Tras la Guerra de Independencia, la estabilidad de México pende de un hilo al no tener un gobierno que lo administre. Con el país polarizado por las ideas políticas, los liberales y conservadores tienen gobiernos paralelos mientras libran una guerra por tomar el control de un país que está en manos del clero y del ejército. El político liberal Melchor Ocampo, preocupado por que el país tenga una identidad y sea autosuficiente, busca redactar leyes que organicen un Estado separado de la Iglesia y lograr un gobierno sólido; al mismo tiempo, en su vida personal vive un amor prohibido con su nana, Ana María Escobar.
A raíz del tan celebrado bicentenario, la llegada a la pantalla grande de películas basadas en guerras o en la vida de algún personaje histórico mexicano ha sido una constante. Hemos visto una floja y tramposona Hidalgo, la historia jamás contada (2010), una Morelos (2012) que pasó sin pena ni gloria, la menospreciada Cristiada (2012), la aguerrida Cinco de mayo: La batalla (2013), entre algunas otras. Este año, el elegido para mostrar su vida en la gran pantalla fue Melchor Ocampo.
Podría parecer extraño que teniendo personajes históricos cuyas vidas son mucho más conocidas hagan una película basada en Melchor Ocampo. Incluso su directora Guita Schyfter reconoce que “todos conocemos el nombre de Melchor Ocampo por la avenida o por las miles de plazas que se llaman así en toda la República, pero realmente muy poca gente sabe quién fue”. Sin embargo, Schyfter, en mancuerna con el guionista Hugo Hiriart, muestran un sólido trabajo que logra despertar el interés en la vida del político michoacano.
Schyfter maneja un muy buen balance entre la vida personal de Ocampo y su vida política. De su vida personal nos muestra la crisis de identidad que tuvo durante toda su vida por el hecho de haber sido adoptado y no conocer sus orígenes, su relación amorosa con su nana y la problemática relación con sus hijas, a quienes les ocultó siempre la identidad de su verdadera madre.
De su vida política vemos cómo siempre puso al pueblo antes que él y buscó su bienestar; los conflictos que tuvo siempre con los conservadores, su exilio en Nueva Orleáns a manos de Santa Anna, su colaboración con Benito Juárez para redactar las Leyes de Reforma, las ríspidas negociaciones para que Estados Unidos reconociera el gobierno de Juárez, etc.
Otro gran acierto de Schyfter es que hace a un lado la imagen que se tiene de los personajes históricos mexicanos: no los muestra como las figuras acartonadas y perfectas que nos ponen en los libros de texto; al contrario, los muestra como personas, como seres humanos con inseguridades y defectos que constantemente titubean durante su búsqueda de seguir sus ideales, cosa que las películas mencionadas pretendieron en todo momento pero que tarde o temprano terminaban caricaturizando.
Al principio de la cinta, el soso ritmo en la edición hace que se vuelva tediosa, pero poco a poco se compone y todo el conjunto de trabajos actorales, destacando a una gran Dolores Heredia, junto con una maravillosa y detallista dirección de arte, música, vestuarios y locaciones hace que Huérfanos (2013) sea el trabajo más acertado de todas las películas que se han hecho de héroes nacionales hasta el momento.
Por Luis Arredondo