Gran Turismo: Los límites de la simulación

En cine parece sencillo replicar una fórmula probada para obtener un resultado específico, pero el cine, afortunadamente, no es una ciencia exacta y las supuestas fórmulas que nacen de él, necesitan más que simplemente replicarse para poder llegar a un resultado satisfactorio. Superficialmente, se podría pensar que Gran Turismo: De jugador a corredor (Gran Turismo, 2023) es una película simple –-lo es– porque usa elementos fácilmente reconocibles, bajo una estructura que se ha revisitado desde Raoul Walsh (Gentleman Jim, 1942), pasando, desde luego, por Sylvester Stallone y Rocky (1976) hasta nuestros días, donde son pocos los cineastas que buscan trabajar diligentemente y con oficio sobre dicha “fórmula”, antes de pretender renovarla o reinventarla.

El cineasta sudafricano Neill Blomkamp, mejor conocido por sus ambiciosas propuestas fílmicas Distrito 9 (District 9, 2009), Elysium (2013) y Chappie (2015), abandona una pretensión de estilo –o “autoral”– para poder dirigir un proyecto como Gran Turismo. Libre de cualquier vanidad estética o ideológica, Gran Turismo remite a las notables películas deportivas del cineasta francés Alex Ranarivelo, quien ha forjado una sólida carrera en Estados Unidos con títulos como American Wrestler (2016) y Born to Race (2011), las cuales más que seguir una fórmula preestablecida, identifican una “línea guía” dentro de las pistas de carrera, como en el juego de Gran Turismo, que, cuando se decide no seguir en momentos específicos, le garantiza al corredor una considerable ventaja. Así como Ranarivelo,

Blomkamp aplica dicho principio a su trabajo, que si bien es ineludible el tufo mercadotécnico de la película –mismas apologías que aplican a la Barbie (2023), de Greta Gerwig–, y encuentra una forma de burlar el cinismo de la propiedad intelectual. Si Gerwig encuentra en la ironía una forma de sortear ese cinismo, Blomkamp se aboca a un involucramiento emocional que toca hitos masculinos como la paternidad, nociones de utilidad, trascendencia y los valores más nobles que encubren cualquier deporte, más allá de los desplantes de virilidad testaruda (como suele suceder en la saga Rápido y Furioso, ya distorsionadas por su megalomanía).

granturismo002

En Gran Turismo, Blomkamp se aleja de la ciencia ficción pero no deja de lado un aspecto profundamente emocional que ha estado presente en casi toda su filmografía, siendo Chappie la más representativa en ese sentido. En la historia del joven Jann Mardenborough (Archie Madekwe), un gamer que gracias a un concurso ideado por un prototípico publicista de Nissan (interpretado por un maduro Orlando Bloom), tiene la oportunidad de llegar a convertirse en un corredor de automovilismo profesional.

Para alcanzar ese fin, Jann debe primero sortear el enorme escepticismo de dos figuras paternas –casi totémicas– en el cosmos deportivo: su padre (Djimon Hounsou), un ex jugador de fútbol profesional, y al ingeniero responsable del programa, Jack Salter (un estupendo David Harbour), un ex corredor que se vio forzado a abandonar el automovilismo y que vive amargamente siendo parte de equipos de pilotos mezquinos, como Nicholas Cappa (Josha Stradowski), a pesar de tener un conocimiento vasto y una disciplina férrea en su trabajo. Es aquí donde la película encuentra un diferenciador importante respecto a otras similares: así como sucedía en Warrior (Gavin O’ Connor, 2011) o la nueva saga de Creed (2015 – 2023), el filme es, en parte, una exploración de la necesidad de aprobación masculina que alimenta prácticamente cualquier deporte, donde se pone el cuerpo para no exponer el corazón.

La postura de Blomkamp es casi la misma que la de el personaje de Harbour: se trata de dignificar con rigor y disciplina lo que solamente pretende ser un ejercicio superficial de mercadotecnia orientado a crear fantasías que se traduzcan en ventas, pero el producto es crítico con su propio ejercicio, no abraza la complacencia e incluso se permite jugar con las convenciones realistas del drama deportivo al incorporar planos y detalles que son parte del simulador de carreras (porque llamarle “videojuego” lo banaliza) así como puntos de trama dignos de los capítulos más trepidantes del animé Meteoro. Todo esto abona a la sensación de que la película está siempre rebasando su propio escepticismo, como un disciplinado piloto que entiende tanto las dimensiones lúdicas como las morales de su ejercicio. Valores que no pueden ser simulados.

Por JJ Negrete (@jjnegretec)

    Related Posts

    Mandela vs el muro: 10 películas para entender el apartheid
    ‘El Rey Arturo’: La nueva plebe
    Primer adelanto de ‘Piratas del Caribe: La venganza de Salazar’
    Lo nuevo de Guy Ritchie: tráiler de ‘El Rey Arturo’
    Vuelve el rey de la selva: tráiler de ‘The Legend Of Tarzan’
    Neill Blomkamp muestra un boceto de su cinta de ‘Alien’