FICJM | ‘Caerá la noche’ y la academización de la urgencia

Los tiempos han cambiado, las palabras se pierden cada vez
con mayor facilidad, uno puede verlas florar en el agua de la
historia, hundirse, volver a aparecer, entreveradas en los
camalotes de la corriente. Ya habremos de encontrar
el modo de encontrarnos.
Piglia

La guerra; el horror de sus imágenes, de su olor, de su tacto y su presencia, permearon la primera mitad del siglo XX dentro de un nuevo contexto histórico cultural. La fotografía había suplantado a la narración como expositora del mundo, como una imagen que por sí misma contenía la historia del terror y la masacre. Extraída de un punto temporal-espacial específico, la fotografía asumió un papel fundamental en el registro de la historia y lo real; su función como documento rebasó las fronteras artísticas y científicas para acudir a las primeras filas del exterminio y la tragedia. Cuando Walter Benjamin escribe El narrador en 1936, las secuelas de la Gran Guerra eran evidentes. La experiencia, traumática y dolorosa se había dislocado; la capacidad de su transmisión estaba escindida. La narración ya no cargaba con el peso fundador de las palabras, la experiencia no podía desglosarse porque las palabras no alcanzaban su vivencia.

Caerá la noche (Night will fall, del experimentado productor André Singer, 2014) es un documental que registra el rescate del proyecto fílmico-evidencia que la armada británica puso en marcha en 1945 después de finalizar la Segunda Guerra Mundial y liberar a los presos de los campos de concentración alemanes. La producción del documental que intentaba rescatar toda prueba que indicara que el exterminio había existido corrió a cargo de Sidney Bernstein y la participación de Alfred Hitchcock para el montaje y la supervisión.

El trabajo de Singer es narrado por la voz en off  de Helena Bonham Carter, con extractos del documental German Concentration Camps Factual Survey y testimonios de sobrevivientes y oficiales que participaron en la liberación. Los oficiales británicos, instruidos como camaraman tienen la orden de filmar cualquier cosa que probara que los campos de concentración existían, que había pasado; que la máxima expresión de economía y exterminio estaba contenida en un espacio determinado. La forma de registrar las imágenes cambió con la movilidad de las cámaras: heridas, rostros sin rostro, cráneos disueltos, llagas y cuerpos sin materia son enfocados en close up, tratando de rescatar una memoria, un nombre, una situación; sin embargo, el cadáver permanece anónimo en una pila de otros sin nombre entre miles de restos y despojos: “No words can express the horror”.

En el documental de Singer también se incluye material soviético filmado de los campos de Majdanek y Aushwitz. La lectura de la posmodernidad se vuelve más inverosímil, más fría e incomprensible en su acercamiento a la racionalidad, economía y dominación. Nada debe ser desperdiciado: la muerte tiene una potencia capital y debe ser aprovechad. Galeras que resguardan incontables sacos con restos de cabello humano; pilas y pilas de sacos, pantalones y blusas; juguetes y anteojos esperan vacíos por sus nuevos habitantes, por sus nuevos cuerpos. Destruir a gran escala con el menor gasto posible: las prioridades del negocio de la guerra.

El material filmado desde abril a junio de 1945 nunca se terminó de montar para su exhibición: las políticas de rendición y cooperación que Alemania tuvo que aceptar inclinaron la balanza para que la película no se exhibiera, así como la tensa relación que existía entre los países aliados (capitalistas) y la unión soviética. Estrategias, acuerdos y conveniencias impidieron que el trabajo se concluyera. Por su parte, Estados Unidos de América exhibe parte del material en un cortometraje (Death Mills, Hanus Burger, 1945) producido por Billy Wilder.

El Imperial War Museum comienza la restauración del documental desde 2008 para presentarlo en el Festival Internacional de cine de Berlín de 2014. Si las imágenes abren horizontes e irrumpen la cotidianidad, la historia y la memoria ¿su montaje no debería contener la misma potencia, la misma necesidad, la misma urgencia? El documental transmitido por la HBO no derriba la narrativa tradicional de un documental pensado y elaborado para televisión; sus posibilidades, el tiempo de espera (setenta años), la condensación de la historia y las técnicas de edición no fueron suficientes para lograr un documental ajeno a la academia, a lo establecido y a lo que ya se conoce. Si bien se busca reconstruir una historia desechada a partir de restos (humanos y fílmicos), la unidad, las imágenes editadas así y construidas en un documental sistemático sólo reafirman la pérdida de experiencia: We had the experience but missed the meaning, an approach to the meaning restores the experience. T.S.E.

Por Icnitl Y García (@Mariodelacerna)

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