‘Escobar’: Una mala ucronía

En Escobar (Escobar: Paradise Lost, 2014), la primera película de Andrea di Stephano (actor en Life of Pi, 2012; Eat Pray Love, 2010; y Nine, 2009) existen dos caminos: el primero, una ucronía sobre El Zar de la cocaína; mientras que el segundo, retrata la Colombia violenta a manos del hijo y el padre amoroso, el amigo de todos, el religioso político y el mero mero de la droga a finales de los 80 y a mediados de los 90.

Primer camino

La historia cuenta la relación entre Nick (Josh Hutcherson), un surfista canadiense, y María (Claudia Traisac), la sobrina del jefe del narco colombiano; sin embargo, este amor no es de color rosa. El tío es el famoso y temido Pablo Escobar (Benincio del Toro).  El relato no es de corte “shakespeariano”, ni tampoco retrata la pasión y el romance de la pareja. Narra cómo un joven extranjero se enamora de una chica y cae, sin convicción, en la violencia, consecuencia del tráfico de drogas en Colombia. Como lo dice el slogan de la película en su versión en español: “Nadie escapa a Pablo Escobar”.

En este camino hay dos actores principales: Josh Hutcherson, por siempre preocupado que con sus gestos emociona a los fanáticos de la saga de Los juegos del hambre (The Hunger Games, 2012-2015), y a la madrileña Claudia Traisac, que pasa de la televisión española al cine gringo en búsqueda de la fama hollywoodense.

Esto supondría que el filme pudiera caer en la guasa. Digamos que la historia en Escobar es tan cierta como que el personaje principal hace surf. La ficción es evidente, en partes, pero en esencia sigue siendo ucrónica. Hay ucronías que cambian la percepción de la historia, por ejemplo, pensar que sigue vivo, pero a Escobar, le falta un poco más de veracidad en la historia, o más bien, le falta realidad.

Segundo camino

El escenario y el contexto se traducen en la fracción real, en la Colombia a fuego cruzado, la pobreza contra la riqueza de Pablo Escobar, quien es retratado como el padre amoroso, el tío adorado y el hombre falso, sarcástico y cruel. Colombia pasó por un periodo sangriento y peligroso, de 1984 a la muerte de Pablo Escobar en 1993. Las autoridades relacionan al sicario con el asesinato de más de 10,000 personas, sin contar las miles de víctimas colaterales fruto del fuego cruzado con las autoridades en Antioquia y Medellín.

Físicamente, Andrés Parra, el encargado de ser el capo en la serie televisiva Escobar: El patrón del mal, logra lo que el ganador del premio Óscar no: mimetizarse por completo. Benincio del Toro (Mejor Actor de Reparto por Traffic, en 2001) al menos expresa  facilidad de adoptar acentos. A pesar de ello, su actuación da a conocer la parte que busca alejarse de la ficción, refleja los últimos días del narcotraficante antes de entregarse a la ley, cómo es con su familia, sus hijos, los enemigos y amigos.

Cuando estos dos caminos se juntan, nos lleva a un resultado que deja mucho qué desear. La narrativa y los hilos conductores que mantienen arriba el filme, son muy parecidos a una novela televisiva en la que el inicio comienza con el final y culmina con los primeros minutos. Las actuaciones podrían salvar lo que queda, sin embargo, el guión tampoco llena el vacío en esa utopía que no encaja.

Por Sofía Huerta (@Sophia_Huerta)

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