‘En la cuerda floja’: El andar del vértigo

Desafiar y vencer a la muerte representa una de las ilusiones más arraigadas del imaginario colectivo; es una hazaña celebrada que eleva a aquellos que lo hacen a una categoría casi mítica. Las cualidades performativas, como fueron descritas por Victor Turner o el director teatral Richard Schechner en los dominios de la antropología, llevan a otra dimensión la calidad de tal espectáculo, haciendo que su encantadora vulgaridad coexista graciosamente con lo trascendental.

En el más reciente filme del gran ilusionista técnico Robert Zemeckis, el hombre detrás de la cronología pop Volver al futuro (1985), la agresiva caricatura noir ¿Quién engañó a Roger Rabbit? (1988) y la retorcida vanidad de La muerte le sienta bien (1992), entre muchas otras, nos presenta la historia del funambulista Phillippe Petit, que en agosto de 1974 caminó sobre un cable tendido en las finadas Torres Gemelas de Nueva York, historia que ya había sido contada con pericia por el cineasta James Marsh (La teoría del todo, 2014) en el documental Man on Wire (2008).

Siendo así, ¿cuál era la necesidad de “recrear” la fenomenal y elegante hazaña circense? Zemeckis, un hombre de profundo refinamiento tecnológico, nos ofrece como respuesta el vértigo. Tomando la historia de Petit lejos de la rigidez tan socorrida en los más recientes biopics hollywoodenses, Zemeckis visualiza la historia del funambulista a través de un filtro que remite a los pioneros del cine mudo como Max Linder, con un pathos más ligero que el de Buster Keaton o la sofisticada y osada bufonería de un Harold Lloyd (Safety Last!, 1923), anclada en un carismático Joseph Gordon Levitt (con todo y estereotipado acentou fgancés) y una pintura postimpresionista de Francia, que parece pintada por Édouard Vuillard y animada por Sylvain Chomet (L’ Illusioniste, 2010).

A pesar de que el inglés afrancesado resulta estorboso durante la primera parte del filme, la precisión y elegancia como cineasta de Zemeckis reluce después de algunos alicaídos trabajos recientes, a excepción  de la turbulentamente brillante secuencia de aterrizaje en El vuelo (2013), creando un minucioso y cambiante retrato de un peculiar artista que busca llevar al entretenimiento fuera del vulgo y transportarlo a lo memorable, algo que sin duda Petit y Zemeckis comparten: la capacidad de visión.

Contando con vertiginosos planos aéreos, impecables efectos visuales y un aprovechamiento puntual y eficiente del espacio cinematográfico, En la cuerda floja es una elegante y espectacular muestra de visión que hace del caminar, uno de los actos más engañosamente simples que puede realizar el cuerpo, el más arriesgado desafío al vacío y la muerte, ejecutado con una fina reverencia al público, protegidos del vértigo.

Por JJ Negrete (@jjnegretec)

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