El rock & roll del guácala, qué rico

Hace casi cuatro décadas fue estrenada una de las cintas más excéntricas, repulsivas y entretenidas jamás filmadas, me refiero a Pink Flamingos (1972), largometraje dirigido por John Waters y protagonizado por Harris Glenn Milstead, quien fue mejor conocido como Divine, una drag queen popular en lo años 70 dentro del circuito del cine independiente y que, en los años 80, se desenvolvió más en un ambiente musical (también era cantante).

Dentro del filme, Divine, su madre Edie, su hijo Crackers y Cotton, una amiga de la familia (cada uno con extrañas, asquerosas y cómicas patologías), viven pacíficamente en una casa móvil a las afueras de Baltimore, debido a un escándalo en la prensa que obliga a Divine a mantenerse aislada bajo el seudónimo de Babs Johnson. Por este escándalo, le otorgan el título de la “más repugnante persona viva”, a lo cual, el matrimonio Marble (otro par de personas con severas y graciosas distorsiones cognitivas), que son traficantes de drogas y niños recién nacidos, buscan humillarla y demostrarle que ellos son los merecedores reales de tal título.

Un argumento que parece bastante idiota, pero que, en la práctica, John Waters supo manejar lo suficientemente bien para mantener al espectador atento y atado entre risas, nauseas y extravagancias.

La banda sonora de este filme está compuesta por canciones, en su mayoría, de artistas y grupos de rock and roll de los años 50 y 60, entre los que se encuentran Bill Haley, LaVern Baker, Little Richard, The Nighthawks, Frankie Lymon & the Teenagers, entre otros.

Lo interesante de este soundtrack es, aparte de la fina selección de los grandiosos temas que contiene, el juego de contextos en los que las canciones son utilizadas, que permite que las escenas, por más degradantes que éstas sean, se atenúen y sirvan como un emoliente que evite desistir al espectador de la visualización de esta obra.

Así es como, gracias a los compases de Pink Champagne de The Tyrones y Surfin’ Bird de The Trashmen, una persona común puede soportar la escena de la fiesta de cumpleaños de Divine, donde, aparte de los inimaginables regalos que le son obsequiados, se puede contemplar un excéntrico baile con un  concluyente lip-sync anal por parte de uno de los invitados. O la escena en la que Divine va al centro de la ciudad y se guarda en la entrepierna un gran pedazo de filete de carne y en su caminata por un parque, defeca a medio camino, todo esto al ritmo de The Girl Can’t Help It de Little Richard. O qué decir de la repugnante escena final sonorizada por la tierna canción interpretada por Patti Page, (How Much Is) That Dog In The Window?, que, por cierto, podrán apreciar al concluir esta entrada.

Dicen que siempre es bueno conocer de todo, desde lo más elegante hasta lo más vulgar. Pink Flamingos, definitivamente, hace conocer el extremo de esto último y es una cinta de la que difícilmente uno se puede olvidar. Su banda sonora también es un excelente material para adquirir, incluso si no se tiene interés de ver el largometraje y sólo se quiere escuchar buena música realizada en la mitad del siglo pasado.

Disfruten de esta escena final de Pink Flamingos y hasta la próxima.

Por Antonio Millán (@pinomillan)

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