DocsMX | ‘Rabia blanca’ y la lectura desde la ruina

Arto Halonen regresa por tercera vez al DocsMX con el documental Rabia blanca (Valkoinen raivo, 2015) Un túnel en loop parece conducirnos a una salida; nada: circunferencias infinitas que desembocan en la figura de un hombre que no mira la cámara.

“El personaje principal es una persona real y la voz usada en esta película es la suya”, una advertencia lúdica que busca permanecer en la sombra, deslizarse en la ambigüedad de las narraciones. El trabajo de Halonen intercala la voz en off (Laurie), material de archivo y recreaciones (sumamente televisivas, parcas) de la narración.

La historia de Laurie se cuenta desde el principio, desde la muerte de su padre; un funcionario de importancia y reconocimiento y la posterior abnegación católica de su madre, quien lo criará bajo los mismo cánones: “Hay que poner la otra mejilla”. Un niño inteligente, reservado y sin vínculos sociales es sometido a la violencia de los niños, que supeditados a sus vacíos, encuentran placer en el sufrimiento del otro.

Lauire es acosado, violentado, orinado, golpeado, insultado y posiblemente violado; (la dirección sólo lo sugiere con imágenes ambiguas y una secuencia apresurada), su vida académica es el único placebo al que decide aferrarse (su formación católica poco le sirve: su resignación sobrepasa las mejillas que podría ofrecer). Nos encontramos instalados en una temática que ha sido explorada en los últimos años de manera explosiva. Después de Lucía (Michael Franco, 2012), Bullying (Josecho San Mateo, 2009), Ben X (Nic Balthazar, 2007), son un síntoma del subtexto que encontramos en lo cotidiano de la cultura.

Pareciera que el trabajo de Halonen sólo hilvanará las líneas paralelas del desarrollo solitario, rencoroso y angustioso de Laurie con casos de atentados escolares en diferentes partes del mundo y de diversas edades. Mientras Luarie crece, sus fantasías de venganza, tortura y muerte se incrementan: sin respaldo de los profesores ni la institución, con su madre susurrándole que siga la enseñanza martírica de la palabra y con una vida académica impecable, en el mundo se siguen reproduciendo los mismos patrones. Sin embargo, la virtud de Rabia blanca, es el análisis psicológico de las personas que han sido sometidas constantemente de manera violenta. Rabia blanca, no es sólo el título que podría reflejar la cultura nauseabunda que permite y fortalece la  preponderancia del fuerte o del corrupto: las personas, nunca fines mismos, son utilizadas como catalizadores que proyectan los vacíos inconscientes del agresor.

La descripción de un perfil  violento en potencia, pura contención que busca la solución más congruente, y que, sin embargo, todavía se cree absurda: el conocimiento de nuestro inconsciente. Es absolutamente inverosímil que en  el Siglo XXI sigan habiendo prejuicios a los distintos tipos de terapias para mostrar lo que con rabia y tristeza decidimos ocultar.

Una cultura sobrevalorada y acrítica que siempre escribe la parte luminosa, porque la oscura no es redituable. En ¿Dónde invadimos ahora? (Michael Moore, 2016) hay un capítulo que elogia el sistema educativo finlandés, de pocas clases y sin tareas; es sistema funciona, claro, a partir de números y resultados.  El trabajo del director finlandés expone las narraciones que están bajo los escombros de la hegemonía cultural: barbarie, sufrimiento y ocultamiento. Leer la historia siempre de manera crítica, incluyente de todas de la narraciones; habitar las ruinas.

Por Icnitl Y García (@Mariodelacerna)

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