A lo largo de su filmografía, Ira Sachs –una de las voces más consistentes del cine independiente en los Estados Unidos en la actualidad–, ha manifestado un interés particular en indagar en las relaciones amorosas entre hombres (iniciando con The Delta hasta llegar a la espléndida Keep The Lights On), películas que lanzan interrogantes sin respuesta sobre la complejidad de los vínculos formados por dos personas del sexo masculino.
Al inicio de El amor es extraño nos encontramos en un departamento, un hombre maduro (John Lightgow) busca con impaciencia sus anteojos mientras que otro reprueba el descuido (Alfred Molina). Evidentemente se trata de un día importante en sus respectivas vidas: es el día de su boda.
La lucha de poder en el nexo, la tolerancia y la lealtad en la relación son algunos de los temas que el director ha tratado de forma atrayente. En el momento de auge de las sociedades de convivencia, Sachs presenta un devastador retrato sobre lo que acontece en lo más íntimo de una pareja de hombres neoyorquinos quienes después de pasar cuarenta años juntos deciden contraer nupcias ante las posibilidades jurídicas contemporáneas.
Ahora bien, ese pequeño y aparentemente inofensivo acto de compromiso desencadena –ante los familiares y amigos más cercanos– una serie de incidentes que provocan la separación de Ben (Lightgow) y George (Molina) cuando éste es despedido de su empleo al propagarse la noticia de su casamiento en las redes sociales.
Ante la inesperada situación de desempleo y el alto costo de las rentas en Manhattan, los recién casados deben buscar un lugar provisional para vivir, por lo que se separan temporalmente. Es decir, Ben compartirá habitación con su sobrino (Charlie Tahan) mientras George será un huésped en el departamento de una pareja de amigos gays policías, todo esto mientras los protagonistas solucionan el conflicto de la vivienda.
En efecto, en un principio da la impresión que se trata de un impecable plan eventual pero mientras el tiempo pasa, los amigos y familiares parecen impacientarse con los “visitantes”. Esto ayudará a aumentar la tensión dramática de la historia que, en realidad, podríamos considerar como una cinta de denuncia, por un lado pareciera que hay una independencia en la manera que nos desposamos en la actualidad pero por otra, las posibilidades de vida de la clase media en una gran urbe manifiestan ser utópicas.
Lo que hace que esta película sea una exquisita acusación es el tono mesurado con el que el director y sus actores abordan el asunto. Las actuaciones son circunspectas a pesar de la seriedad de las dificultades por las que pasa la pareja, un pintor y un músico para quienes el arte ha sido una especie de salvavidas en los momentos críticos.
La crónica de la historia de amor entre Ben y George está acompañada con música de Chopin y atrayentes ilustraciones que sintetizan la peculiar relación que han llevado a lo largo de los años y que bien podrían simbolizar su aportación a la sociedad.
A pesar de los tintes melancólicos de la conclusión, podríamos decir que El amor es extraño es una de las más inquietantes historias de amor que veremos en cines durante el 2015. Altamente recomendable.