Por Rafael Paz (@pazespa)
El estreno de una nueva película de Actividad Paranormal comienza a ser tan rutinario, que hace ver a la navidad inesperada. Además, con cada cinta que se agrega a la ‘saga’ sus creadores demuestran lo limitado de su concepto y lo redondo de su negocio.
Si recuerdan, la tercera parte retrocede cronológicamente para mostrarnos la niñez de Kristi (Sprague Grayden) y Katie (Katie Featherston) y de paso daba algunas claves para entender el origen del espíritu/demonio/monstruo que persigue a las hermanas.
Para su cuarta entrega, los productores deciden regresar las acciones al presente —o al menos a la línea temporal de AP 1 y 2—, además de añadir nuevos personajes. Esta vez la trama transcurre en el hogar de Alex (Kathryn Newton) y su hermano Wyatt (Aiden Lovekamp), quienes ven interrumpida su cotidianeidad con la llegada de un nuevo vecino, Robbie (Brady Allen). Después de un par de días, Alex se entera que Robbie se quedará en su casa por un tiempo ya que su mamá enfermó.
Como dicta la costumbre en la serie: objetos cobran vida, sucesos extraños ocurren por toda la casa y ante eso, alguien decide grabarlo todo para analizar lo capturado y descubrir qué sucede realmente. Así, webcams, teléfonos celulares, el Kinect del Xbox y cualquier cosa con una cámara se convertirán en el ojo que todo lo vigila.
Desde el 2007, año en que se estrenó la primera parte, el concepto que da origen a Actividad Paranormal se notaba limitado por su rígida puesta en escena. Era novedoso, hasta cierto punto, ya que intencionalmente se despojaba de todos los males del cine de terror actual: ostentosos efectos especiales, sangre a chorros y estética sacada del terror que se hace en Japón.
Hicieron lo mismo que Daniel Myrick y Eduardo Sánchez en El proyecto de la Bruja de Blair (The Blair Witch Project, 1999), pero trasladaron la acción al interior de una casa y cambiaron la hiperactiva cámara en mano por una fija. Las cosas funcionaban porque la mayoría de las personas le tienen miedo a los ruidos que hace su casa cuando están solos.
Tres largometrajes después, la fórmula resulta cansada y predecible, principalmente porque el guionista Christopher Landon y los directores Henry Joost & Ariel Schulman carecen de la imaginación necesaria para sorprender al respetable. Es posible prever cuándo es que una silla se va a mover, cuándo uno de los niños hablará con alguien invisible y en que momento alguien será levantado por los aires.
En ningún momento se toman riesgos y parece que ni siquiera lo intentaron. Lástima de un par de secuencias que dejan ver lo que pudo ser —la de los puntos de luz creados por el Kinect, por ejemplo— o de las referencias a ciertos clásicos del género (El Resplandor, Poltergeist). Y no hablemos de las incongruencias, ¿cuántos gigas se necesitarán para guardar 24 horas de video de 5 cámaras diferentes por 14 días, al menos?
A pesar de todo lo aburrida que puede resultar Actividad Paranormal 4, es ya un hecho que para el 2013 se estrenará la quinta entrega. ¿Cuál es la razón? El excelente negocio que representa cada una de las producciones: 5,000 dólares para producir, no toma más de una semana de filmación, otra semana de edición, la promoción se hace viral por internet y listo, tienes asegurado un fin de semana de 30 millones de dólares y varios ceros en tu cuenta del banco.
El negocio continuará, nos leemos el próximo año en la ya tradicional queja sobre Actividad Paranormal.
