33 Foro | ‘Las lágrimas’: Cuando el espectador llora más que la película

El cine de nuestro país se ha establecido en una zona que, con el paso del tiempo pierde credibilidad. Es en ese espacio en donde se hacen películas que están narradas a partir de la contemplación y la paciencia que comparte la obra con el espectador. No es tan nuevo como pareciera. Pero en los últimos años se ha establecido ese patrón. Como la cámara de Elisa Miller o cualquiera de los ejercicios de Michel Franco. En México parece existir una especie de culto a la cinematografía detallista, parece querer replicar el ojo de Haneke, pero con virtudes que no están en posición de ser comparadas. El cine de nuestro país está dejando de ser valiente por aferrarse a guardar intimidad y filtrar sus imágenes a placer de ojos aparentemente más exigentes. Sin embargo, más allá de los Reygadas, no hay mucho más éxito en el ámbito.

Las lágrimas es una película que presume de haber sido concebida para la titulación de su director, Pablo Delgado, del Centro de Capacitación Cinematográfica. También, de sostenerse sobre la firme declaración de que su mayor virtud es haber sido filmada sin guión establecido, sino con una historia de la cual, ayudada por la comunicación de los actores, brotarían las palabras para elaborar toda la serie de diálogos que el espectador escucha mientras tomas intimistas recorren la pantalla con la intención de describir el vacío dentro de los personajes. La premisa es tan sencilla como, en palabras del director, “un par de hermanos que salen de casa por un fin de semana”. De ahí que adolezca de un contexto claro en el cual situarse. La idea de Delgado carece de un fondo que la ilumine y la pantalla lo resiente constantemente.

Delgado es aprendiz del cine al que pretende acercarse con cautela. Sus tomas son más parecidas a aquellas menos afortunadas de Malick que a sus intenciones de codearse con Gus Van Sant. El ojo del director está puesto a placer de un par de actores que escriben la cinta sin recargo y ahí es donde se encuentra la mayor virtud de toda la película. Las lágrimas es más un retrato fiel de una amistad entre dos actores que el hoyo negro en el que se les pretende situar. Su mayor tesoro está en ellos dos. No son el par de hijos abandonados por su padre y olvidados por su madre en casa, sino un adolescente y un niño que hacen un video juntos casi familiar con el afán de ganarse un ojo en cada butaca que después los estará observando.

Es, entonces, otro de los eslabones que conforman un molde que pareciera cada vez más sencillo para los nuevos cineastas del país. Los directores de hoy parecen hacer películas, no para vomitar en imágenes el trastorno propio del artista puro, sino para recorrer festivales del mundo con intenciones de ser observado por latitudes lejanas a las que los vieron nacer. Las lágrimas ha conmovido a público de festivales, pero su manufactura nacional está demasiado lejana a las exigencias inmediatas de un público nacional que recuerda con melancolía cuando el cine que se hacía en casa era divertido y valiente. Las lágrimas no cumple con ninguna de esas características, cuando intenta hacerlo bien y termina no lográndolo tanto. Una ópera prima que añora tiempos mejores y una película que se guarda los suyos para una ocasión que parece no querer aparecer nunca.

Por Joan Escutia (@JoanTDO)

Pueden checar la programación completa y los horarios del 33 Foro de la Cineteca Nacionalaquí.

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