‘Un lugar en silencio’ y la familiaridad de la supervivencia

Imaginen no poder expresar una palabra. O estar obligados a manejar su cuerpo con el mayor control posible para no hacer ruido. Bastarse con gestos y señas para darse a entender porque, literalmente, su vida está en riesgo en caso de hacer lo contrario. La palabra nos distingue al tiempo que nos brinda pertenencia, ¿seríamos los mismos sin ella?

En Un lugar en silencio (A Quiet Place, 2018), un grupo de extrañas criaturas invadió nuestro planeta. La secuencia inicial de la película pone pronto ante nuestros ojos la manera en que los invasores se comportan. Una familia (en el día ochenta y tantos de cataclismo) busca víveres y medicinas en un pequeño pueblo en perturbador silencio, un descuido tendrá fatales consecuencias para ellos. Los entes cazan mediante el sonido, el resto de sus sentidos parecen estar disminuidos. El menor ruido es una sentencia de muerte.

El tercer intento detrás de la cámara del actor John Krasinski (famoso por la versión american de The Office) es un tenso thriller/drama familiar que tiene como engranaje central de su argumento el silencio al que la familia principal debe someterse.

La solvencia de Krasinski (¡?) como director, (co)guionista y protagonista (¿¡!?) lo ayuda a zurcir un cinta efectiva aunque lejos de la obra revolucionaria que asegura la prensa norteamericana. El realizador opta siempre por el efectismo y el sentimentalismo, restando fuerza a largo plazo (pasada la primera impresión, pues) a su cinta.

Las intenciones de Krasinski quedan claras rápidamente: ofrecer al público una emoción intensa en su butaca, por eso sus referencias van de Steven Spielberg (El mundo perdido) a M Night Shyamalan (La aldea), de La niebla (The Fog, 1980) a Michael Bay (Armageddon). Éste último parece ser, además, su gurú en cuestiones de diseño de audio, para una película llena de silencios y las sutilezas que conlleva, el audio explota con la fuerza de un cañón a la menor provocación.

Tal vez el tema más interesante al interior de Un lugar en silencio tenga que ver con la familia. Reflejado en la incapacidad de padres e hijos de entenderse o de estar a la par de las expectativas que tienen unos de otros (y viceversa), los dos hijos, él aquejado por un miedo extremo y ella por la sordera, tienen problemas para entender el rol que su padre ha elegido para ellos dentro de la jerarquía familiar.

Al parecer, ni el fin del mundo puede transformar nuestras viejas dinámicas familiares.

Por Rafael Paz (@pazespa)

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