La verdad es el fuego más difícil de apagar…
Algo arde. Un cuerpo. Los gritos. El 19 de enero de 1969, el estudiante universitario Jan Palach se prendió fuego en la Plaza de Wenceslao, Praga, como protesta por la ocupación soviética en República Checa. ¿Qué se necesita para encender una llama? Fácil: la desesperación y el deseo de seguir creyendo.
En 2013, HBO-Europa sacó a la luz uno de sus proyectos más significativos no sólo por su producción, sino por sus alcances históricos y sociales: Horící keř (Burning Bush en inglés), una miniserie de tres episodios que revive ese acto de protesta que marcaría la historia contemporánea de Europa.
La cruda escena de la inmolación de Palach es el punto de partida para trazar sus consecuencias contextualizadas en un régimen comunista turbio y opresor. Así, tras la muerte de Jan, su familia inicia un proceso penal contra un alto funcionario checo que sostiene que la acción del joven fue parte de un plan orquestado desde Occidente y no por ideales.
Esta aventura casi suicida que emprende la familia Palach por obtener justicia y limpiar la causa de su hijo, arrastrará a la abogada Dagmar Buresová (Tatiana Pauhofová) a un torbellino de intrigas políticas, traiciones y desasosiego. ¿Cómo obtener justicia en un mundo que se mueve en la individualidad y el egoísmo?
Dagmar dejará los precedentes de un juicio contra el Estado; un proceso largo, complicado, lleno de irregularidades que la pondrá a prueba como mujer, abogada y ciudadana cuando el caso traspase su vida personal.
De esta manera, la mirada de la directora, la polaca Agnieszka Holland (Europa Europa, 1990), famosa por su trabajo inclinado a los temas políticos, nos acerca de manera contundente a una sociedad que vive el momento más álgido de las movilizaciones en los años 60.
La recuperación del material de archivo que hacen Holland y su equipo permite crear estrategias narrativas que funden dos realidades: la histórica y la ficcional, hasta obtener una ambientación precisa, en donde el vestuario, maquillaje, arte, musicalización y fotografía cierran un círculo de producción tan característico de HBO.
En esta preparación, la investigación hace justicia al guión, que fue supervisado por Petr Blažek, un importante investigador especializado en regímenes totalitarios, y que además de retomar fragmentos precisos de la realidad nos regala personajes entrañables, marcados por la tristeza en la madre de Jan (Jaroslava Pokorná) y la zozobra sintomática que invade a Dagmar y a sus contemporáneos.
En ese sentido, la bondad de Horící keř está en explorar aristas que van más allá del hecho histórico de una inmolación: lo que significó esa decisión para las personas que lo rodeaban (madre, hermano, compañeros) y la trascendencia simbólica de usar a la muerte como única vía de protesta social.
El peso emocional de los personajes principales (la madre de Palach y la abogada Dagmar) da ritmo y vida a la serie, pues la ausencia de Jan afectará en dos esferas: la familiar y la de una generación. ¿Cómo se cura la muerte de un hijo?, ¿cómo se cura el miedo de una nación?
Pareciera que una historia de esa magnitud no podría ser contada en sólo tres capítulos pero la fuerza con la que se unen imagen y sonido ayudan a otorgarle un profundo sentimiento de nostalgia. El trabajo de fotografía da prioridad a los tonos fríos propios de un momento violento y complejo.
El acto de Palach es ejemplo de ello: antes que ser visto como una locura, representó un punto de quiebre para la posterior caída del régimen comunista. Su simbolismo radica quizás en la frase promocional de la serie: “La verdad es el fuego más difícil de apagar”.
Horící keř es un drama político intenso, necesario y fundamentalmente atemporal. Un producto audiovisual que nos habla de la vigencia de los ideales: ¿hay alguna diferencia entre lo que hicieron Jan Palach y muchos otros jóvenes en la posteridad? No, porque quizás a través de sus ausencias estará el recuerdo y, sobre todo, la memoria.
Por Arantxa Luna (@mentecata_)