‘Shaun el cordero: La película’: Aventuras de plastilina

Hasta la plastilina tiene oportunidad de madurar y entender un poco más su mundo. Aardman es una de las casas de animación más sólidas del mundo, aunque sus producciones no cuenten con la fama y magnetismo animal con la taquilla. Su esfuerzo más reciente en la técnica del stop-motion demuestra su madurez como productora, aun a pesar de la sencillez de sus propuestas.

Shaun es una oveja, un poco más lista que las demás y siempre está buscando la forma de evadir a su dueño y al perro que tiene como encomienda mantenerla adentro del corral. Un buen día decide tener un día de diversión y trama un plan para librarse de ambos al menos por unas horas; sin embargo, las cosas se salen de control y nuestro pequeño animalito de granja deberá regresar todo a la normalidad.

Con el mundo vuelto loco por los Minions, la llegada de Shaun logra poner las cosas en perspectiva. Si bien el slapstick podría ser considerado humor poco sofisticado, como el de los enanitos amarillos, cuando se ejecuta con gracia e ideas es altamente efectivo. Sin emitir sonidos y en un ambiente sin diálogos, Shaun y el resto de los personajes logran una elocuencia que la barra cómica del Canal 2 sin duda envidiaría, situación que los niños agradecen. La función donde se presentó la película estuvo abarrotada por ellos y cayeron embelesados por ese pedazo de arcilla animada.

Así la película logra concretar sus dos objetivos: divertir a los pequeños y enseñarles una lección. Porque a pesar de que Shaun quiere jugar y saltarse sus responsabilidades, aprende que necesita de los demás para poder sobrevivir y jugar otro día más. Es una lección sencilla, ejecutada con solvencia y sin florituras innecesarias.  Aardman continúa en franco ascenso.

Por Rafael Paz (@pazespa)
Ésta es una reedición de nuestra cobertura del GIFF.

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