La última vez que vimos a Alex (el león), Marty (la cebra), Gloria (el hipopótamo) y Melman (la jirafa) estaban varados a la mitad de la estepa africana. Parecían ser felices y que al fin habían olvidado volver a Nueva York, pero no. Gracias a eso, nuestros amigos animales deben salir en busca de los pingüinos, que viajaron a Mónaco, para que los ayuden a volver a la Gran Manzana. Al encontrar a los pingüinos, ya se lo deben de haber imaginado, comienzan los problemas y arranca la aventura.
La motivación que da vida a Madagascar 3: Los fugitivos (Madagascar 3: Europe’s Most Wanted) es la misma que en la secuela: Alex y su sed de estrellato comprenden que la vida es mejor cuando no estás enrejado y puedes compartir tu existencia con tus amigos.
Como ya es una tradición en la franquicia de Madagascar, son los personajes secundarios los que se roban la película. En especial los pingüinos que lo vienen haciendo desde la primera parte y que han alcanzado tal éxito entre el público que hasta tienen su propia serie de tv. En esta ocasión el que roba foco es un tigre siberiano experto en atravesar aros y embadurnarse de aceite de oliva, como si de la Expo Sexo se tratara (click sólo para adultos). Una osa que mantiene un romance muy peludo con el Rey Julien (Sacha Baron Cohen) y la capitana Chantel DuBois, también son parte de los que roban pista.
Madagascar 3: Los fugitivos es, también, un golpe de nostalgia hacía un espectáculo que se encuentra en vías de extinción: el circo. O al menos de la forma tradicional, bien lo dicen en la cinta que los shows circenses más grandes hoy en día se dan exclusivamente con seres humanos y dan tres shows al día en Las Vegas.
Diversas razones han acabado con la popularidad del circo –como la corrección política y las sociedades protectoras de animales–, razonamientos que no se hacen presentes en Madagascar 3, ya que aquí todo es fácil y sencillo porque los animales son los dueños de las pistas. Aunque el mensaje a favor de la fauna se mantiene (más o menos): los animales están mejor cuando son libres.
A ratos el guión parece no ir a ninguna parte –¿para qué comprar un circo para volver a casa y no un avión?– o hacer uso de demasiados gags para que la trama avance, el que haya tres directores (Conrad Vernon, Tom McGrath y Eric Darnell) tampoco ayuda a que los 93 minutos de duración se vuelvan necesarios.
Aquellos que entren a ver Madagascar 3: Los fugitivos en busca de una cinta profunda y con un mensaje para chicos y grandes quedarán decepcionados, no es ese tipo de película. Después de todo, no todos pueden ser Pixar –ni Pixar lo es todo el tiempo–. La intención no es otra que hacer pasar un rato de sana diversión a los más pequeños.
A ellos no les interesan las incongruencias de la trama.
Por Rafael Paz (@pazespa)
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