‘Los huéspedes’: El insólito regreso de Shyamalan

Las palabras M. Night Shyamalan dejaron de ser importantes desde hace algún tiempo. Esas mismas palabras que significaron esperanza algunos años, decepción en otros; indiferencia de manera más reciente. Pero el morbo habita siempre. A pesar de que M. Night Syamalan tenía más posibilidades de situarse en la parte baja de las cualidades, hubo quien se atrevió a producir, distribuir, comprar y ver “Los Huéspdes” (The Visit, M. Night Syamalan, USA-2015), afortunadamente.

“Los Huéspedes” es el insólito regreso de Shyamalan; es una de las mejores cintas del año, lo mejor del horror norteamericano de este 2015 y una de las mejores cintas del director antes caído (y citado). La película es un found footage bien logrado, con un inteligente uso de la espontaneidad y de la cámara. Es un horror de momentos tortuosos, no por malos, sino por muy buenos; el suspenso y el misterio funcionan como desde hace mucho no lo hacían; la duda como leitmotiv de la historia y de la vida; como luz emergente de la pantalla blanca que invade e intimida a quien la mira. “Los Huéspedes” da miedo de tan perfecta, pero entusiasma, enorgullece, y revitaliza; uno peca de optimista, pero de algo sirve la espera, y caída tras caída de Shyamalan, crítica tras crítica, y mofa tras mofa, se fue creando un  monstruo capaz de cerrarle la boca a todos; propios y ajenos, fieles y blasfemos.

Becca (Olivia DeJonge) una adolecente con pretensiones artísticas, decide filmar un documental acerca de la visita que harán ella y su hermano Tyler (Ed Oxenbould)  le harán a sus abuelos; personas que no conocen, pues desde hace varios años que ellos y su madre no se dirigen la palabra. El recibimiento, el lugar y la situación parecen perfectos, y la historia avanza conforme lo planeado; parece que Becca logrará retratar el perfecto sueño americano. Sin embargo, la noche destapa las manías y terrores de los anfitriones; la demencia senil ataca más de lo necesario, su condición extrema lleva a los jóvenes al temor hacia sus abuelos, personajes de bipolaridad terrorífica, calmos por día y demenciales por la noche.

Shyamalan rgresa a sus mejores años, pues retoma una de sus pasiones principales: el cine; su manufactura y su historia. La protagonista es el retrato de la pasión hacia el cine; una adolecente sin temores, ni pretensiones, que a pesar de su ética, termina por mandarlo todo al carajo en pos de la verdad, su verdad; su arte, y forma de vida. La voz oculta del director que se identifica y exhibe (y exime) sus temores, reproches y frustraciones. Vuelve a ser lo que era, recupera sus pros y evita sus contras; hay mucho en esta película de lo que hubo en “Señales” y “El sexto sentido”, sus obras, hasta este momento, más icónicas. Los personajes muestran esta tendencia hacia el estereotipo clásico hollywoodense, pero que acaban por tener un twist significativo, al igual que la historia, el arte, o la concepción de la cinta. Syamalan es un autor que vive de mensajes y sorpresas, de tenciones extensas que simulan ser hitchcocknianas pero que logran tener nombre y apellido por sí mismas.

Los personajes son un clásico del autor, disfuncionales, maniacos, torpes y víctimas de los grupos sociales. El terror es el del giro (in)esperado, pero que a diferencia de los clásicos del autor, y del género, aquí los monstruos no son entes sobrenaturales que buscan ser la metáfora a los temores espacio-temporales del mundo actual.  Son monstruos reales que, tan egocentristas como los habitantes del mundo fuera de las pantallas, son capaces de cerrar los ojos antes las atrocidades que surgen del fondo de la mente humana. Los receptáculos del horror son dos tiernos viejecillos que poco a poco comienzan a transformarse en un dúo de espantosos seres que utilizan lo más despreciable e irritable de la condición humana para controlar lo que los rodea. Los ancianos son creadores de una ficción que busca oprimir la realidad. Y así es como los jóvenes entran, como contra peso. Ellos son los perseguidos, los que se ven envueltos en situaciones incomprensibles, pero que por medio del humor, la tecnología, y la simple búsqueda de la verdad, inclinan la balanza a su favor; son ellos quien vecen sus miedos y terminan con los nuestros; son ellos la esperanza ante una sociedad que se pudre día con día. Pues ya no tienen una identidad implementada, hacen lo que desean, son mujeres cineastas de fuerza sobrehumana, o raperos blancos de Filadelfia. Lo clásico peleándose contra lo moderno, el sueño americano, convertido nuevamente en pesadilla, finalizado por los que no sueñan, actúan.

La mente humana es el icono del miedo. Su capacidad de ser atroz es lo que nos hace estremecernos; más allá de lo explícito de las imágenes, lo que provoco el terror es lo implícito, no lo que sucede, sino lo que puede suceder; el temor más antiguo y profundo, el temor a lo desconocido. “Los Huéspedes” es una cinta imperdible, de lo mejor de terror del año y de la época; además de ser un evento inesperado, no siempre se ve un regreso tan espectacular y sano.

Por Ali López (@al_lee1)

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