‘Los colores del destino’: La incertidumbre abstracta

Se necesita de cierto valor para que tu primera película como director y escritor sea un ejercicio tremendamente complejo de ciencia ficción. Se necesita, también, de mucho estudio para que ese primer ejercicio sea uno que deje a toda la audiencia –que lo aprecie– totalmente confusa y elaborando teorías acerca de él. Se necesita, por supuesto, de cierto cinismo para que el mismo creador de aquella historia ejecute al personaje principal. Shane Carruth tuvo todo eso y más para elaborar en su totalidad una película como Primer (2004). Pero se necesitan todavía de muchas más cosas para darle vida a una película como Los colores del destino (Upstream Color, 2013). Shane Carruth es, quizá, el mejor intérprete de películas de ciencia ficción hoy en día y en su segunda película no queda ninguna duda.

La cantidad de tiempo que Carruth tomó para construir su segunda película no fue cualquiera.  Pasaron nueve años entre su concepción y otro proyecto que no logró concretar para que Carruth entregara un temerario seguimiento a su precoz carrera. Como en Primer, él sigue siendo un perfecto estudioso de su obra. S mayor virtud, tal vez, es aquella de ser un preciso tejedor de ideas ambivalentes. En su cabeza, pueden suceder un millón de situaciones, pero siempre elabora un ejercicio para que la mente del espectador también tenga un peso valioso. Es un perfecto conector de audiencias.

No sólo por su compleja forma de contar historias, sino también por el resto de sus virtudes. Carruth es responsable no sólo de haberle dado vida a una historia como la que muestra, sino también –teniendo control completo de su obra a partir de Primer– dirige, actúa, edita y elabora toda la música que se escucha. La obra es enteramente suya, como un capricho elaborado totalmente por sus manos. Él tiene el control de todo. La película, entonces, es en su totalidad un experimento de su imaginación; tremendamente complejo y, a la vez, a merced del juicio del espectador.

Upstream Color  es una película que sólo puede tener sentido si el que la observa se lo brinda, Desde el día de su estreno en suelo gringo y su posterior filtración en Internet han existido distintas versiones acerca de su sentido. Como aquella que dice que se trata de una perfecta historia metafórica sobre el bien y el mal en la tierra, sus virtudes y defectos. O aquella otra que dice que no es más que un ejercicio pretencioso para hacer ver a Terrence Malick como un viejo obstinado, Cualquiera de ellas probablemente sea errónea o, probablemente, cierta. Nunca se sabrá.

Las virtudes de una película como Upstream Color son inciertas. A mí me parece que es una película hecha con toda la intención para ser incierta, cuyo sentido solo se encuentra en la cabeza de su autor. Siendo Carruth un tremendo arquitecto de ciencia ficción y un estudioso de su lógica, no puede ser otra cosa más que un experimento social que se expande a nivel global. La película está filmada con maestría y en ella se encuentran detalles que pocas veces se admiran en otras de su categoría. Upstream Color es una película que se entiende a placer.

Para el que escribe, se trata de una cinta luminosa, cuyo cuadro en pantalla se encuentra siempre iluminado. Una película positiva. Que se sostiene de su compleja historia de amor y su reflexión acerca del bien y el mal en abstracto. También, se trata de una película reflexiva, simbiótica, que se sostiene de las palabras de Thoreau y que sin entenderlo se pierde un poco de su esencia natural –quizá personal para el autor–. Una película que se limita de diálogos y que únicamente menciona palabras que son especialmente diseñadas para que el que la admire entienda –o trate de entender– un poco más el sentido de su composición. Una cinta que no tiene explicación natural, porque su naturaleza es tratar de ser explicada.

Con Upstream Color, Carruth escribe un manifiesto de su admirable entendimiento de la ciencia ficción y de su heroico rescate de la naturaleza como apéndice de la sociedad maquinal en la que vivimos –un superlativo de Malick–. Con Upstream Color, Carruth se convierte en uno de los máximos exponentes del género inentendible para personas inentendibles; un Invasion Of The Body Snatchers en tiempos recientes. La película puede tener muchas lecturas al final del día. Puede ser un increíble viaje por la naturaleza humana, una explicación racional del hombre en convivencia con la naturaleza, una metáfora del Diablo, Dios y su representación en la Tierra con los seres humanos o un simple capricho científico de su autor. Puede ser muchas cosas, pero la increíble composición que la acompaña puede decirnos a nosotros, los espectadores, una sola cosa: es una película difícil de olvidar y complicada de entender; pero también una película que quedará en nosotros para nunca terminar de entenderse del todo. Una lección de vida que nunca se va a terminar de aprender.

Por Joan Escutia (@JoanTDO)

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