‘Llévate mis amores’ y el reconocimiento amoroso

La ópera prima de Arturo González VillaseñorLlévate mis amores (2014), es un documental que se instala en la comunidad de La Patrona (Veracruz) por la que pasa La Bestia, el tren que atraviesa México de manera meridional y es usado por los migrantes para llegar a la frontera con Estados Unidos.

González Villaseñor nos cuenta que fue a partir de una colaboración con una radio comunitaria que conoció a Las Patronas: “No fue que quisiera buscar un tema para hacer una película, el tema llegó a mi y a partir de ahí hubo una necesidad muy grande de quererlo expresar. Hice un cuento donde describí mucho de lo que ahí ocurría; con ellas, con la labor, con las ollas grandes, con las carretillas de agua, con el arroz caliente que se guarda en las bolsas y esos detalles quedaron impregnados en este cuento que de alguna manera funcionó como guión para describir las imágenes. Sin embargo, cuando lo terminé, no lograba vaciar lo que ellas me provocaban, no sentía la potencia de esa intensidad y de ahí nace de alguna manera la película; que el espectador sintiera lo que es estar con ellas”.

Si bien el documental de Villaseñor tiene una narrativa clara y accesible, es interrumpido constantemente de manera afortunada por secuencias de preparación de comida: las texturas e imágenes que nos van guiando bien podrían ser dos: el arroz, chile y frijol cocinándose en grandes ollas y el ruido, la transgresión por la gran máquina que transporta acero y rostros sin nombre.

Las Patronas son un grupo de quince mujeres que desde febrero de 1995 dan alimento y asistencia diariamente a los migrantes que pasan de manera ilegal arriba de La Bestia. La experiencia del director egresado de la UAM no busca los orígenes, las razones o un aparato teórico que fundamente su labor, sino la sensación del ahora, la forma de desenvolverse frente a una situación que es urgente; el reconocimiento casi mimético frente al desconocido que recibe el nombre de hijo. Ese volcamiento hacia el otro, natural, heredado, teórico o amoroso, es enfrentado con la conciencia de sí-mismo con preguntas que parecerían sencillas, y que, sin embargo, para ellas, son transgresoras: “¿Quién eres tú?”. Silencio. Llanto. Incomprensión. Humildad. Humor: “Trato de aterrizarlas como mujeres con defectos y virtudes, no como heroínas que nosotros podríamos describir con cualquier adjetivo maravilloso y que se merecen y que de hecho son. A nosotros nos sorprendió que ellas no se dieran cuenta de la magnitud de su labor; ellas se describen con sus defectos, sus problemas, sus complejidades y eso nos ayuda a tratar de decirle al espectador que son mujeres como tú y como yo; cualquiera puede ser como ellas”.

“Un día habían pasado tres trenes y ya no había abastecimiento para poderle servir a los migrantes, ya se habían ido 15 kilos de arroz, el frijol, el pan… pero habían recibido una donación de huevos y éstos huevos se cocieron y les comenzamos a ayudar a embolsar. Ellas se preguntan cómo se los van a comer y comienzan a decirnos que cortemos pequeñas bolsas en las que le impregnaron sal a las que le metieron el huevo y un limón. Entonces te preguntas, ¿Cómo pueden tener… no sé cómo describirlo… esta sensación de ayudar después de haber hecho 30 kilos de arroz y todavía preocuparse por cómo sabe la comida? Y no es por otra cosa que por el sentido maternal que tienen. Los migrantes no son extraños para ellas, son sus propios hijos. Y digo migrantes porque son la generalidad, pero ellas no distinguen; a cualquier persona que se acerque, se le ofrece ayuda”.

El documental de González Villaseñor desglosa una desfronterización, una transgresión de los límites tan anquilosados y culturalizados. El reconocimiento en el rostro del otro es una expansión de la mismidad, una ruptura con la frontera más inmediata que tenemos, que es nuestro cuerpo y nuestra conciencia. Desbordamiento de sí mismo para encontrarse en otro que antes de cualquier categoría histórica, es humano. Y transgresión de una ideología moderna-primitiva en la que todavía pensamos y nos organizamos en términos de Estado-Nación-Patria. No importa su origen, su procedencia, si es de Guatemala o el Salvador, no importaba si en 1995 era ilegal ayudar a un indocumentado, la condición empática es primero. No podría ser de otra forma cuando en la praxis cotidiana está pulsando el amor y la fraternidad. Vanguardia de un lenguaje que para nada es académico, pretenciosamente culto o discursivo, transgrede políticas e ideologías que sólo perpetúan estructuras de violencia a través de la ayuda. Apostar a la educación antes que al enfrentamiento, porque su labor independiente choca con las instituciones que deberían tener el mismo objetivo.  Educar a la policía para que no violenten a los migrantes, respetar a las instituciones para trabajar libremente y analizar las leyes para poderlas ejercer, es una tarea cotidiana, horizontal y fraternal.

Si bien los recursos para rodar fueron limitados, la idea y construcción del documental son los necesarios para dar cuerpo a un trabajo con buen ritmo, una edición fluida que no divaga ni choca entre sí torpemente; ausente de banda sonora porque el sonido directo (Miguel Hernández) es fundamental para comprender la llegada de cada tren, el caos, el nerviosismo, los ruidos en equilibrio o violentados por el acero. El trabajo fotográfico (Juan Antonio Mecalco) resalta por su limpieza, una búsqueda en potencia que nos puede distraer en la primera toma pero que se concentra después en la narración principal. Cuatro años de rodaje que permitieron al director mexicano descansar la cámara, convivir con Las Patronas y hacer que respirara su trabajo; cuatro años que una vez terminado el documental, lo rebasaron; lo marcaron: “Hay un antes y un después. Hay un antes, porque de alguna manera, el aventar una bolsa de arroz, traza un significado muy grande que es el sentirte útil hacia otro ser humano, porque esa bolsa de arroz representa un momento entre la vida o la muerte; el tenerla o no tenerla. La bolsa de arroz y el agua es el motor para que ellos lleguen a sus sueños”.

Por Icnitl Y García (@Mariodelacerna)

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