Landis y la sencillez del hombre lobo

Hoy día vivimos una avalancha de remakes de grandes películas de terror de los 70 y los 80: en 2007 vimos el regreso de La última casa a la izquierda (The Last House on the Left), original de 1972 con Wes Craven al mando; 2010 dio a la luz Pesadilla en la Calle del Infierno (A Nightmare on Elm Street), la cual no necesita más introducción; un pequeño clásico de Troma también fue repensado en 2010, Sangriento día de las madres (Mother’s Day). Podríamos extender la lista contando cada uno de los remakes o de las terceras y cuartas partes que han aparecido en cartelera, pero no es el objetivo de este texto.

Un hombre lobo americano en Londres (An American Werewolf in London, 1981) sigue siendo un ejemplo de cómo se hace un tributo dentro del cine de horror, aun después de 30 años de su estreno.

Al igual que hizo Wes Craven con Scream (1996), John Landis toma elementos básicos del genero y opta por lo sencillo antes de que lo rimbombante o el gore se apoderen de la historia, convirtiéndose al mismo tiempo en un buen tributo al género y una contribución valiosa al mismo.

Es ahí donde fallan los intentos hollywoodenses —los japoneses son harina de otro costal— actuales de traer a la vida a viejas glorias; se enfocan tanto en ver quién lanza más sangre a la pantalla o quién muestra más senos, que olvidan contar buenas historias, aunque también hay que aceptar que el género es algo esquemático. Los resultados en taquilla y crítica de El hombre lobo (The Wolfman, 2010) con Benicio del Toro, lo comprueban.

Landis utiliza los efectos especiales para hacer su historia más atractiva; inclusive, una de las secuencias mejor logradas, la persecución en el metro de Londres, está hecha con cámara en mano y en primera persona. Mismo recurso que utilizó Sam Raimi en El despertar del diablo (Evil Dead, 1981) para el ataque de los demonios, aunque seguro que el director de El hombre araña (Spider-Man, 2002) lo hizo por falta de presupuesto.

El buen oficio de Landis para utilizar el maquillaje y efectos especiales del maestro Rick Baker dejaría un legado para después de Un hombre lobo americano en Londres con trabajos como el videoclip Thriller, del fallecido Michael Jackson, que en su versión larga es más un cortometraje que un video de MTV.

El declive del terror como género cinematográfico se debe a que los directores no tienen una voz propia; es un caso parecido a las adaptaciones de historietas a la gran pantalla. Los espectadores saben de antemano qué es lo que van a ver; son los cineastas los que no saben qué buscan más allá de mostrar sangre y senos, aunque el tono fársico utilizado en Piraña 3D (Piraña, 2010) constata que quizá lo único que le quede al género sea la auto parodia y la pantomima.

A 30 años de su estreno, bien vale la pena revisar Un hombre americano en Londres, cuyas virtudes siguen intactas. ¿Quizás al revisarla encontremos dónde se perdió el cine de horror? Tal vez fue junto al botadero del Walmart.

Por Rafael Paz (@pazespa)

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