‘La dictadura perfecta’: El disfraz del emperador

Conocemos a la perfección la realidad de nuestro país y somos lo suficientemente perspicaces, en distintos grados, de percatarnos de que hay más allá de lo que lo que se anuncia como verdad de lo que se quiere dejar ver. Los entramados del poder político ya pertenecen al lenguaje del dominio público. Nadie se deja chamaquear y todos cuentan con una vociferante y resonante opinión sobre el “estado de las cosas”. El cineasta mexicano Luis Estrada, quien se ha hecho de prestigio con sus entretenidas sátiras de la realidad nacional, abandona el agudo cartón político de La ley de Herodes (1999) o El infierno (2010) para intercambiarlo por una castrada y castrante crestomatía en La dictadura perfecta (2014).

En su nueva cinta, Estrada presenta un atiborrado resumen de los últimos cuatro años de la vida política en los que se hace alusión, y en varios momentos cita directa, de distintas situaciones, particularmente de los vericuetos llevados a cabo por una poderosa televisora para posicionar a un presidente “marketeable”. Estrada presenta ya esa dictadura mediática cuando un imbécil presidente bien parecido (atinado casting del Garibaldi Mayor,  Sergio Mayer) mete la pata, la “caja china” o tapadera de escándalos entra en operación afectando al gobernador Carmelo Vargas (Damián Alcázar), corrupto priista que termina por lamer la mano castigadora de la televisora, representada por el Lic. José (cínico Tony Dalton). Quizá sean ya varias líneas de sinopsis, pero estos son apenas 20 minutos de metraje.

Estrada retaca su cinta de referencias y eventos que han sido objeto del dominio público por tanto tiempo, que sus 143 minutos de duración dejan la misma impresión que el “Ya es la media: el resumen” o el “Avance informativo” del mismo imperio cuyos maquiavélicos métodos son puestos “en evidencia”.  Igual de sustancial que esos mentados flashazos informativos, La dictadura perfecta toma elementos de donde puede para edificar algo completamente endeble que carece de una perspectiva crítica definida y que recurre a una sosa obviedad para ostentarse como “sátira”.

La cantidad de eventos a los que Estrada hace alusión en la cinta abarca figuras claves de la política, los escenarios de violencia, las corruptelas, el embrutecedor poder de las telenovelas, los particulares y las bíblicas agendas de ciertos partidos políticos, las escenificaciones mediáticas, los noticieros y un mamotrético etcétera que invita el bostezo y desgaste más que la indignación o la reflexión. Resulta fácil imaginar a Estrada realizando sus rudimentarios montajes con piezas de Beethoven, suponiéndose un genio, de la misma manera que el niño que aprende a sumar dos más dos y que obtiene un cuatro.

No es difícil imaginar tampoco que todo se trata de un ejemplar negocio de la empresa televisiva más poderosa de América Latina, que no sólo monopoliza el discurso oficial, sino también el alternativo, poniendo a su disposición un gran porcentaje de su nómina, que incluye a Ponchito Herrera, Osvaldo Benavides, Livia Brito, Silvia Navarro, Flavio Medina o Arath de la Torre, para después hacernos creer que están en contra de que la veamos y que usa la “censura” como una herramienta de una obtusa estrategia de marketing. La dictadura perfecta no es más que la explotación del contra-discurso político, absorbida y pulida por el mismo Imperio que pretende atacar. Tan peligrosa e incendiaria como una falla de señal en horario prime time, lo único que la nueva cinta de Estrada demuestra es que el cinismo define el ethos de una auténtica dictadura.

Por JJ Negrete (@jjnegretec)

P.D. Vaya favorcito que la hicieron al cacarizo López Dóriga poniendo a Saul Lisazo como su alter ego #NiconCicatricure

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