En la breve carrera del director irlandés John Carney es palpable su gusto por incluir historias narradas a través de canciones y un ambiente bohemio, que retratan las situaciones que atraviesan los músicos en pos de lograr que su trabajo alcance los oídos de muchas personas en su estado más auténtico y puro.
En Once (2006) se asomó sin muchos recursos pero con mucho espíritu a una pareja de músicos que se conoce fortuitamente en Dublín para retratar una historia de amor a través de un melódico demo.
Por segunda ocasión recurre al poder de la música en Empezar otra vez (Begin Again, 2013), presentada en el Festival Internacional de Toronto del año pasado. Gretta (Keira Knightley) es una compositora y cantante británica que viaja a los Estados Unidos en compañía de su novio Dave (Adam Levine), ambos buscando su sueño como artistas.
Al traicionarle por influencia del dinero y la fama, la joven lo abandona. Con el corazón destrozado y tras una actuación en un bar conoce a Dan (Mark Ruffalo), un productor musical desempleado. Cautivado por el talento de Gretta, le ofrece su ayuda para grabar un demo, iniciando así una colaboración que los llevará a cambiar sus vidas.
La sencilla trama, además de estar acompañada por problemas familiares que atraviesa Dan con su ex esposa, Miriam (Catherine Keener), y su hija, Violet (Hailee Steinfeld), evade en lo que puede el mood negativo para enfocarse en la búsqueda que realizan los personajes para concretar sus sueños. Los estelares pasan por una metamorfosis personal que los lleva a adquirir un nuevo motivo para redescubrirse y volver intentar lo que habían abandonado por los infortunios del fracaso.
El también guionista Carney los guía a un viaje de redención personal, representado en la grabación del disco ideal, acompañado por el contraste entre el emporio de las disqueras que buscan lindas jóvenes y boy bands que aglomeren conciertos y la esencia indie con guitarra en mano que permea en bares y calles para dar sinceras canciones.
La química y el vínculo entre Dan y Gretta es el amor por la música, no uno de una relación de pareja (aspecto que la deslinda un tanto del célebre convencionalismo romántico), todo ello representado en una banca de un parque por la noche al escuchar juntos una colección de buenas melodías y de “gustos culposos”. Aunque eso sí, los personajes de Violet, su madre y el músico indie Steve (James Corden) no alcanzan una resolución necesaria para cerrar sus respectivas historias y complicaciones.
Con Once como un fuerte antecedente de méritos musicales y emocionales, la comparación con Empezar otra vez es inevitable. Aun contando con un destacado soundtrack e intentando capturar la esencia libre del artista, le falta fuerza en su mensaje y las canciones están tan bien cuidadas (como si estuvieran gestadas en un estudio de grabación) que carecen del elemento ambiental “de calle” que supuestamente pretenden retratar. Impera el presupuesto y un elenco de muchas caras familiares sobre la frescura en la concepción musical.
A Keira Knightley se le descubre que no canta nada mal las rancheras y demuestra una aptitud en el canto a través de un personaje decidido y cálido. Mark Ruffalo lograr crear simpatía como Dan, el perdedor que encuentra una “buena estrella” mientras elimina sus demonios personales. El elenco secundario cumple con el encargo, con un Adam Levine que sorprende y demuestra ser más que una cara bonita del pop/rock, pero es inevitable relacionarlo con Maroon 5, entregas de premios o reality shows, consecuencias natas de la fama mediática.
A pesar de tener ciertos detalles en su concepción, John Carney entrega una película ligera, sin sentimentalismo y optimista que sólo pretende dar amenidad a través de una historia de dos amantes de la música que buscan rehacer sus vidas y luchar por la preservación de una esencia melódica honesta, libre de la plasticidad que tanto abruma a dicha industria.
Por Mariana Fernández (@mariana_ferfab)
