‘La conspiración del silencio’: Convencionalidad de juicios

Alemania, 1958. Johann Radmann (Alexander Fehling) es un joven fiscal que inicia una carrera en el litigio levantando infracciones de tránsito. Después de adquirir por casualidad documentos que revelan el involucramiento de miembros de la SS en actos inhumanos en el campo de Auschwitz, se dará a la tarea de iniciar un importante proceso jurídico, descubriendo el encubrimiento de las máximas autoridades con respecto a lo sucedido durante el nazismo.

Con La conspiración del silencio (Im Labyrinth des Schweigens, 2014), el realizador Giulio Ricciarelli recrea, como es algo muy común en la cinematografía alemana, una etapa oscura que atañe directamente su historia, deslindándose del clásico corte bélico para presentar un drama de receta, enfocado primordialmente en los participantes que pretenden enterrar su participación o victimización.

Representante de Alemania en la edición 88 de los premios Oscar, las clases de historia del relato refleja un arco narrativo lineal y preestablecido en la que el interés radica, en vez de la solución al problema y al proceso jurídico, al deseo colectivo por sepultar todo rastro turbio acontecido en los campos de concentración y superar la derrota de la que fue objeto las autoridades políticas. Así, el contexto es detallado en la recreación del proceso que guió al primer juicio de Auschwitz en los años sesenta, más aproximado al drama que a un thriller, aunque sin estar exento de convencionalidades en su estructura.

Johann es el clásico idealista que pretende hacer justicia, ajeno a lo que sucedía en Frankfurt en la guerra por la niñez vivida en esa etapa, con un entorno en el que, como el clasicismo que guarda el relato, encuentra la convencionalidad en su desarrollo y en el resto de los personajes: desde el interés amoroso que lo ayuda en aligerar la carga de la responsabilidad, el amigo cordial que guarda secretos, la resentida víctima que al inicio es escéptico de las intenciones del fiscal y todos aquellos sospechosos e indiferentes que buscan hacer nimiedad al pasado.

La potencialidad de un posible thriller en los subsecuentes descubrimientos realizados en el caso de Auschwitz es incapaz de ejecutar un auténtico despegue por el exceso de importancia en resaltar los lazos fraternales. Además de ello, el buen dinamismo presentado por Ricciarelli en el inicio sucumbe en ritmo por la reiteración en su mensaje y en la incómoda obsesión del protagonista en la impartición de justicia, retardando el impacto provocado por la investigación en el deducible desenlace.

Si bien menos propositiva que otros sólidas cintas de ubicación histórica similar como El hijo de Saúl (Saul Fia, 2015), La conspiración del silencio es una aproximación histórica muy conservadora en su estética y en su narración, pero logra realizar una pasable y nítida retrospectiva a un suceso en el que los vestigios del Nazismo y la Segunda Guerra Mundial dejaron cicatrices que aún permanecen latentes en el país después de tantas décadas.  

Por Mariana Fernández (@mariana_ferfab)

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