Halloween Kills: ¿Cuándo morirá el mal?

En 1978 John Carpenter, un joven cineasta que ya había demostrado su talento a pesar del bajo presupuesto, escribió –junto a Debra Hill– y dirigió una película que se volvió en un clásico del terror, una celebración a la época del año más horrorífica: Halloween.

Ahí conocimos a un ser vacío, sin rastro de humanidad y cuyos asesinatos no tienen motivo aparente: Michael Myers. Nunca habla, no se queja al sentir dolor, desconocemos su verdadero rostro y sólo oímos su profunda respiración. El aspecto fantasmal de Myers no es el de un ser humano de carne y hueso, sino el de un asesino sobrenatural. Es la encarnación del mal.

Si bien la primera entrega de Halloween ha quedado guardada como clásico del terror y es considerada una película de culto, su franquicia se ha extendido de manera desafortunada con secuelas y un par de remakes dirigidos por Rob Zombie –que no fueron de mi gusto– y hace un par de años la historia fue retomada por una nueva producción buscando borrar lo hecho por pasadas entregas.

Halloween (2018), de David Gordon Green, es la cuarta película que se comercializó como la tercera entrega de la saga; después de Halloween III: Season of the Witch de 1982 salió Halloween 4: The Return of Michael Myers de 1988 (que borró la continuidad de la Parte 3), y Halloween H20 de 1998 (que eliminó los eventos de las Partes 3 a la 6). Después aparecieron las terribles versiones de Rob Zombie. Si todo esto resulta confuso, no se preocupen estoy tan confundido como ustedes. El punto es: reiniciar a Michael Myers es algo que le fascina a Hollywood. La nueva entrega estuvo correcta, aunque bastante olvidable. Su intención era explorar el trauma psicológico de su protagonista Laurie Strode (Jaime Lee Curtis, una de las primeras scream queens de la pantalla grande).

La segunda parte de esta nueva trilogía, Halloween Kills (2021), cuenta otra vez con Green en la silla de director y Michael Myers regresa para seguir con su inevitable masacre, sin embargo, esta vez, el pueblo de Haddonfield está cansado y harán lo que sea para acabar con el mal esta noche.

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La turba iracunda que decide perseguir al monstruo para eliminarlo es uno de los puntos argumentales clásicos de las películas de monstruos o del terror en general. Se ha explorado en muchas ocasiones, como en Frankenstein, La Bella y la Bestia, El fantasma de la ópera, Matar un ruiseñor y hasta Los Simpson hacen burla al respecto. Incluso sucede en Canoa (1976), de Felipe Cazals, una de las películas mexicanas más aterradoras. Que este tema nunca se haya explorado en la franquicia de Halloween me deja perplejo.

En esta secuela, Michael Myers se transforma en un virus que crea otros monstruos. El pueblo de Haddonfield se convierte en el villano de la trama y cuando el terror invade el cuerpo del ser humano, se cometen actos terribles. Las muchedumbres no piensan, actúan y esto las hace aterradoras. Es una idea realmente fascinante, sobre todo si la vemos desde el lente de la pandemia, la mayoría reaccionamos con miedo ante aquello que desconocemos.

Lamentablemente esta trama es sólo uno de los muchos hilos narrativos que intentan desarrollar los guionistas (David Gordon Green, Danny McBride, Scott Teems). Hay un arco argumental sobre el enésimo regreso de Michael a Haddonfield. Está el de la muchedumbre. Un par de secuencias ambientadas en los 70 que intentan completar detalles sobre el pasado. Además, la historia de los sobrevivientes al ataque de 1978 y cómo lo han enfrentado a lo largo de los años. También un par de flashbacks a la película de 2018. Ah, y en algún lugar entre todo esto, Laurie Strode aparece de vez en cuando.

Si algo triunfa en Halloween Kills, son las efectivas escenas de terror donde vemos al legendario Michael Myers como una brutal máquina asesina. Ahí está esa secuencia en que un hombre entra a un baño oscuro, enciende la luz y aparece en el reflejo de Michel en el espejo. Para mí, eso es muy clásico del personaje, que solo está escondido, observando y esperando a matar a su presa. Para un fanático del horror es placentero ver a este personaje utilizar la fuerza bruta para quitar vidas. El ser vacío que nos presentó Carpenter perdura hasta la actualidad.

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Varias de las muertes se ejecutan de forma creativa, tampoco es nada que no hayamos visto antes, sobre todo cuando los asesinatos se mezclan con la comedia. Green intenta dotarlas de peso emocional, como cuando una madre ve a su hijo en una morgue o la hija de Laurie, Karen, lava de su anillo de boda la sangre de su esposo.

El peor crimen que comete Halloween Kills es el trato que se le da a las Strode. La película de 2018 fue una meditación sobre cómo el trauma afectó a tres generaciones de esta familia, aquí se sienten detenidas, su historia no avanza hasta el último tercio de la película (y eso, más o menos).

Una de las principales quejas sobre el Halloween II (1981) era que Laurie Strode está atrapada en una cama de hospital sin nada qué hacer… pues… adivinen qué pasa en ésta… Ver a Halloween Kills repetir los mismos errores resulta frustrante.

Halloween Kills es un festival de carne y sangre, quizá la película más violenta de la franquicia. Esta sangre representa conceptos nuevos para la franquicia, hay tantas ideas con las que quieren jugar los guionistas pero nunca llegan a concretarse. Su función es la de servir como un puente que conecta la película anterior con la tercera parte para así concluir con la trilogía de David Gordon Green. Los problemas que se presentan jamás aterrizan. Hay momentos únicos con Michael Myers que elevan la violencia de la franquicia a niveles nunca antes vistos, es un personaje crudo que se alimenta de la sangre y sigue aterrorizando a las nuevas audiencias.

El atractivo fundamental de Halloween es tan simple como eso: hay algo aterrador en un tipo con un cuchillo. Simplemente, nos atrapa. Ese enfoque nos regresa al manual de la original, junto con una renovada Laurie Strode, es todo lo que Green necesita para terminar su trilogía en grande.

Por Alex Guax (@Alex_Guax)

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