El Planeta de los Simios (R)Evolución

“A los humanos no les gustan los simios inteligentes”. Amenazas Latentes

Las revoluciones o cambios sociales no pueden ser sólo percibidos desde una dimensión colectiva. Siempre hay un motivo oculto que nace de un hecho aislado, carente de una naturaleza colectiva y lleno de intensa emoción, como si el rencor personal se volcara hacia un colectivo, queriendo encontrar un culpable en la condición humana misma, cumpliendo esa vendetta personal con el ser humano en su totalidad. De esa motivación personal hecha colectiva es de lo que se nutre El Planeta de los Simios (R)Evolución (The Rise of the Planet of the Apes, 2011), específicamente hablando, su protagonista, el chimpancé  César (interpretado con auténtica maestría por Andy Serkis). Su nombre es aquél del símbolo principal del Imperio Romano, sea como un personaje histórico o como el protagonista de la obra de Shakespeare, este simio llamado César es, como un porcentaje importante de los trabajos de ciencia ficción, producto de la ambición humana, aquella de querer rebasar su naturaleza para alcanzar la de la divinidad, sin saber que la creación y la destrucción se encuentran íntimamente vinculadas…como Harry Potter y Voldemort o Beyoncé y Jay-Z.

El poder del gesto y la humanización del simio

Darwin fue uno de los pioneros en el trabajo de expresión de la emoción en los animales y en los humanos, teniendo un importante trabajo con el simio y, aunque su expresión parece ser limitada, cada emoción se encuentra perfectamente delineada, con una sutileza oculta detrás de cada movimiento brusco, grito o chillido. Los amenazantes colmillos en una madre chimpancé que protege a su crío, la muestra de afecto que representa la presentación de la mano o los erráticos movimientos de un simio molesto (como los de Calderón en los discursos). Darwin pensaba que la expresión de la emoción se encuentra unida por dos factores importantes, aquel causado por una reacción neurológica determinada y aquel que nace del condicionamiento y del aprendizaje social; sin embargo, en la ficción que nos atañe, se añade la sutileza en la mirada, la profunda e ineludible emoción que desprende el ojo; los que toman la batuta en la película, sienten y piensan como humanos y, como tales, buscan prescindir de su brutalidad inherente. Darwin se orinaría si los pudiera ver…

¡Rebelión con Chips Ahoy! La esencia de la subversión hollywoodense

Hay un fuerte trasfondo político dentro de la trama de The Rise of the Planet of the Apes: el abandono que sufre César en el refugio por parte de su dueño (el, una vez más, opacado James Franco) y la crueldad a la que es sometido en él, hacen que César decida rebelarse al humano. Después de todo, quiere manejar el mundo como lo hace el humano (quien es su creador). En su rebelión, César toma el “instrumento represor” y detiene la mano del “azotador”, todo aderezado con la intensidad que sólo Hollywood puede brindar; por ello, la “subversión” en la película es tan sólida como las galletas con las que César consigue el apoyo de otros simios. La parábola ciertamente no es nueva, pero el miedo al sobrevendido apocalipsis en el cine ha pasado de ser una abstracción natural a una figura  antropomórfica ya existente (los marcianos no cuentan por que no existen… ¿o le creemos a Mausán?). Hollywood ha vendido tantas veces el apocalipsis de una manera tan espectacular, que hemos dejado de creer en el concepto y llegamos a concebirlo como algo risible. Dentro de este concepto “risible”, la rebelión de los simios tiene cabida; no necesitamos de una lógica en el relato, los humanos y sus conflictos son secundarios ante el dilema de un complejo primate.

No, no es Obama en el Congreso. Poderes Brutales.

En el microcosmos fílmico que se nos presenta en la película, hay un claro faro de poder, el de Gen-Sys, los laboratorios que desarrollan el medicamento que “hace a los changos más inteligentes”, curiosamente dirigida por un afroamericano ambicioso (perdón, ¿escuché Obama?), cuya desmedida ambición con un plan de “salud” permite que los simios (perdón, escuché ¿Tea Party?) se hagan del poder. Sin embargo, los republicanos carecen del buen sentido de los simios, además, creo que estos últimos tendrían un proyecto de gobierno más coherente que el de los “Palinitos”. Los policías y figuras de poder resultan aun más brutales que los macacos revoltosos. Los policías en caballo nos recuerdan a aquellos simios uniformados de la película de 1968. Ciertamente, a finales de los 60 existía ya un diluido miedo comunista. El miedo venía más de gobiernos brutales por parte del sector joven, el inicio de una fuerte crisis económica en la década siguiente en gran parte del mundo, miedo materializado en la pantalla por el ascenso de animales al poder, mientras que el humano toma el rol de prisionero y mascota. Actualmente, los miedos han cambiado poco; los tópicos que generan miedo y ansiedad continúan siendo los mismos y, una vez más, los simios toman el poder. La política ciertamente es un juego de simios.

El Rosebud del simio.

La rebelión o subversión nace de la crueldad. La crueldad es una característica inherente a toda la creación; sin embargo esta crueldad es mal utilizada por la inteligencia humana. La moraleja de la cinta, que tiene un acentuado tono fabulista, es del rol dual de la ciencia, la cual tiene el poder de crear una inteligencia que sea prudente y que sepa cuándo hacer uso de la fuerza y que, por otro lado, la ciencia como enemiga de la naturaleza; probetas de ambición que generan una respuesta similar por parte del estado natural de las cosas. César es el personaje más humano de la cinta; pasa por una transformación radical a lo largo de ella, que se consuma en esa pérdida de la inocencia doméstica, cobijada por el confort de ser una mascota que no quería ser mascota, para pasar a ser una bestia que no quería ser tratada como tal. Como Charles Foster Kane, el símbolo de la inocencia pérdida trasciende el objeto y se convierte en esencia o historia.

Oye James… ¿tu le haces a la mona?

Por JJ Negrete

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