Distrital | ‘Les rencontres d’après minuit’: Sexo y sufrimiento

En Les rencontres d’après minuit (2013), del galo Yann Gonzalez, hay una atmósfera nutrida de luces neón e iconografía kitsch que parece declarar en cada encuadre el gusto de su director por el cine de Pedro Almodóvar o la filmografía de Rainer Werner Fassbinder –hasta Pasolini se llega a colar–, una jugada similar a las apropiaciones estilísticas de Xavier Dolan. Aunque, a diferencia del quebequense, Gonzalez está más preocupado por una puesta en escena de inspiración teatral llena de arquetipos, que en reinventar el melodrama.

Cerca de la medianoche, un hombre, su mujer y su sirvienta travesti esperan a cuatro extraños para iniciar una orgía. Uno por uno irán llegando: la perra (Julie Brémond), el adolescente (Alain-Fabien Delon), la estrella (Fabienne Babe) y el semental (Éric Cantona). Convocados con la esperanza de satisfacer sus deseos carnales, la velada se convertirá con el pasar de los minutos en una exposición sobre el impacto del sexo en la vida de cada uno de ellos y el sufrimiento inherente entre disfrute y disfrute.

Por ejemplo, el semantal está orgulloso de su gigantesco miembro –a la Dirk Diggler– y lo porta con orgullo, pero ser su dueño acarrea la envidia de otros hombres y el irrefrenable deseo de cientos de mujeres. Él quiere ser un hombre sensible, poder escribir poesía; sin embargo no pasa de ser un objeto sexual. Así, cada uno representa cierta faceta de la sexualidad, al menos dentro de la visión del realizador.

En su intención por subrayar la teatralidad de su obra, junto a las ideas encarnadas en sus personajes, Gonzalez no logra generar empatía. Todos sufrimos decepciones amorosas, sí; muchos viven a través del sexo, por supuesto; mas hay cierto efecto de artificialidad –cada diálogo es expresado con pesar– que nunca desaparece y complica la identificación del espectador con las acciones presentadas en pantalla.

Para Gonzalez la felicidad, o al menos cierto grado de paz interior, está en sobrellevar con alguien nuestros problemas y viceversa. El sufrimiento nunca desaparecerá, pero compartirlo lo hace llevadero.

Por Rafael Paz (@pazespa)

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