Distrital | ‘Rebeldía y pornografía’: Un título ad hoc

Un hombre en un claro estado de resignación viaja solitario en el metro de la Ciudad de México mientras reflexiona acerca de la situación política del país. Peña Nieto está a punto de tomar posesión del poder mientras un grupo de “anarquistas” causa destrozos en las calles, pero él va en el metro porque no se atreve a luchar, no sabe cómo enfrentar a un sistema del que no se siente parte, un sistema con el que no está de acuerdo; eso o que le interesa más echarse un palito. El cuarto de un hotel es el escenario donde él y Luna pasan toda una tarde teniendo relaciones sexuales. Luna se entrega por amor, él simplemente alimenta su deseo carnal mientras continúa con sus reflexiones políticas.

Leer el título de Rebeldía y pornografía (2013) es la mejor forma de hacerse una idea de lo que Mauricio Parra quiso mostrar en su película. En la primera parte vemos a su personaje reflexionar y en voz en off escuchamos su “discurso interno” mientras a cuadro aparecen imágenes de archivo de los eventos políticos de 2012, y de todos esos chairos “anarquistas” rompiendo cosas afuera de la Cámara de Diputados. Ahí entra la “rebeldía”. Toda la hora siguiente lo vemos dándole amor a Luna. Comienzan besándose, acariciándose y desvistiéndose hasta llegar al acto sexual en distintas formas y posiciones a lo largo de toda la recámara. Entra la “pornografía”.

Podríamos vernos benévolos e ignorar todos los errores técnicos de la película; el pésimo audio, el escuchar la voz de Parra decir “tres, dos, uno, ¡Acción!” o “Espérate, espérate, ya”, la horrible dirección de arte, la pésima edición, en la que, al no saber hacer el corte, insertan recuadros rojos sin ninguna justificación, etc. Podríamos hacer de cuenta que esa era la intención, la nueva propuesta que trae el director y que la historia hará que todos esos “detallitos” pasen desapercibidos.

El problema es que parece que ni el mismo director sabía lo que quería contar. En cuanto a su “rebeldía”, maneja un discurso ya bastante gastado acerca de si Peña Nieto se robó las elecciones, si Calderón fue un mal presidente, el día que el pueblo deje de lado sus diferencias y se una en contra del mal gobierno las cosas serán distintas, etcétera. Lo mismo de siempre, dicho de la misma forma de siempre.

En cuanto a su “pornografía”, la forma de mostrarla tampoco tiene el más mínimo de los sentidos. Las escenas están limitadas a escuchar una banda sonora (que va desde la novena sinfonía de Beethoven hasta el post-punk de Joy Division), y cada que termina la melodía las posiciones sexuales cambian, al igual que el color, la temperatura y la textura de la imagen; más bien pareciera que el editor se puso a jugar con su Mac y puso al azar filtros del Final Cut cuando se le acababa la música.

En el momento en que la rebeldía y la pornografía se unen dentro de la trama, él, desnudo, lee y recita fragmentos de la obra Neurosis y lucha de clases, de Michael Schneider. Supongo ese debería ser el momento cumbre de la historia: escuchar un discurso de izquierda donde, citando al mismísimo Marx, se habla de la liberación sexual, el capitalismo, la pornografía, las dificultades de las ideologías socialistas y demás. Sin embargo, él dice todo esto mientras Luna lo masturba para que logre tener de nuevo una erección; escena que, como ya se imaginarán, termina por ser un tanto risible.

Podemos decir que la película cumple con su contenido lo que promete en el título, pero hasta ahí. Tal vez la idea de hacer una película de sexo explícito con un discurso político de izquierda pudiera parecer interesante. Lamentablemente, a Parra terminó por ganarle su chairo interior.

Por Luis Arredondo

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