Distrital | ‘Barrel of Love’: Escucha el silencio

La historia de Barrel of Love es sencilla: una persona quiere más que la otra. Hannah y Mischa son dos novios que pasan el día deambulando por Coney Island. Su relación no está funcionando. Mischa intenta ignorar esto, mientras Hannah trata de encontrar el mejor momento para terminar todo el asunto. Durante su paseo, aparece un elemento extraño: un vagabundo comienza a seguirlos, apareciendo y desapareciendo, con elementos inusuales que por momentos parece servir como una especie de terapia para mantener a la pareja unida.

Barrel of Love es una película silenciosa. No muda, silenciosa. También es una cinta llena de melancolía, pero no tristeza. El filme del director Oleg Dubson es una combinación rara de elementos anacrónicos que parecían haberse quedado en épocas pasadas del cine y que ahora sirven como una manera de transmitir de manera más eficiente las emociones de sus protagonistas.

La influencia del cine mudo es innegable, y por un momento, los primeros 15 o 20 minutos de la película, no se escucha una sola palabra y muy poco sonido. Al punto en que se puede llegar a pensar que la película de verdad es completamente silenciosa. El monocromo en la que fue grabada tampoco ayudan con estas sospechas. De ahí se parte a diálogos sencillos. A veces monosilábicos, que aparecen rara vez y dejan la carga de la narrativa sobre otros aspectos.

El ritmo de la narración es pausado, la cámara se toma su tiempo para examinar más de cerca a los protagonistas, sus acciones y alrededores. La exageración de los movimientos físicos muchas veces habla de manera más contundente que cualquier diálogo. Algo tan simple como el baile se convierte en una expresión poderosa de sincronía entre dos personas. El simple hecho de enrollar un cigarro se convierte en un acto de pesar.

Lo mejor de la cinta son esos momentos en los que la música o el sonido ambiente acompañan las acciones de los protagonistas, acentuándolas, dotándolas de dimensiones mayores que muchas veces se escapan de las simples palabras. Las acciones dicen más que las palabras. Son pequeños momentos que representan algo universal sin caer en lo dramático. Lo que se dice pasa al fondo, lo que se hace es lo que importa, aunque algunas veces ni eso sea suficiente cuando las personas se alejan.

Por Xavier R. Vera (@SoyXavito)

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