¿Cómo le fue a ‘The Sea of Trees’ en Cannes?

¿Qué le pasó a Gus Van Sant? Ésa parece ser la pregunta que los asistentes al Festival de Cannes se hacen después de ver The Sea of Trees, su más reciente trabajo detrás de la cámara. La mayoría de los comentarios apuntan a un azucarado viaje New Age donde la vida descubre su razón de ser, no es sorpresa si recuerdan que Van Sant ya intentó tocar ese tema de manera bastante sentimental en Restless. A continuación pueden juzgar por ustedes mismos:

Manu Yañez, Otros Cines Europa: “Sería tentador achacar todas las carencias de The Sea of Trees al guión de Sparling, pero la realidad es que Van Sant no hace demasiado por corregir el rumbo de la nave. Entregado a una concepción más bien efectista de la puesta en escena, el director de Milk no consigue transmitir a las imágenes el sereno sentido de la observación que distingue a sus mejores obras. Mimetizándose con el pirotécnico contenido emocional del film, Van Sant se inhibe como cineasta y se convierte en un empleado al servicio de un historia insostenible. The Sea of Trees no debería estar en la competición oficial del Festival de Cannes. Thierry Fremaux, director artístico del certamen, le ha hecho un flaco favor al ganador de la Palma de Oro de 2003 por la magistral Elephant.”

Erick Kohn, Indiewire: “Una y otra vez, Sea of Trees se regodea en descarado y poco imaginativo sentimentalismo. Cuando los hombre se sientan a unos centímetros del fuego, la cámara de Van Sant se encuentra muy cerca de la cara de McCounaghey, al tiempo que suelta un monologo sobre todo de lo que se arrepiente, mucho de ello ya implicado en los flashbacks que preceden su confesión. Después de un rato, la trama de la película va en círculos, a diferencia de su dupla protagonista. El elemento más confuso de Sea of Trees es que Van Sant ya hizo una película mucho mejor sobre dos hombres que luchan por vivir otro día en medio de la nada- su minimalista drama Gerry, estrenado en el 2002 en el que arrebatadoras imágenes transmitían capas de significado a cada paso. Si estas películas pudieran dialogar, está última le diría a la primera que no se desanime.”

Aurélien Allin, Cinema Teaser: “A medida que avanzan en el camino, las peripecias encontradas por el americano y el japonés en el bosque de los suicidios parecen ser forzadas al punto de convertirse en risibles, la interpretación de McCounaghey pasa del misticismo trascendental a ostentosa propiedad y la ejecución termina siendo inexorablemente impersonal. Basada en una puesta en escena inexistente- o en todo caso, no una digna de Van Sant –Sea of Trees se revela como una película perezosa y fácil en su ímpetu de ser mainstream– mención aparte merece la música de la película, particularmente inapropiada de Mason Bates, en modo copycat de Thomas Newman.”

Tim Robey, The Telegraph: “Van Sant se restableció a si mismo en Cannes como un cineasta digno de ser tomado en serio cuando obtuvo la Palma de Oro por Elephant en el 2003. Sus trabajos desde entonces han tenido sus altas (Milk, 2008) y sus bajas (Restless, universalmente destrozada por el personaje del fantasma kamikaze y su trama sobre el cáncer). Sea of trees no parece ir más que en la segunda dirección. En el contexto de una competencia fuerte en Cannes –es probable sufrir un trágico destino, sin duda–, si ningún otro filme emerge como el punching bag de los críticos en esta edición, Van Sant podría obtener el deshonroso mote prácticamente por default.”

Ángel Quintana, Caimán: Cuadernos de Cine: “De entrada es preciso señalar que The Sea of Trees es una película fallida que participa de una ola místico-budista más orientada en encontrar la imagen bonita que la imagen justa. Una ola (a la que no es ajena por ejemplo Naomi Kawase) que no busca la espiritualidad en el arte (en el sentido de la imagen trascendental de Paul Schrader) sino un misticismo con toques de autoayuda apto para el estrés de los tiempos modernos. Gus Van Sant se apunta a esta tendencia partiendo de uno de los temas clave de su filmografía: la muerte. Sin embargo, el gran problema de la película surge en su parte final cuando lo explícito quiere convertirse en trascendente, cuando lo real pasa a ser fantasmagórico y cuando lo justo se trasforma en bonito para poder gustar a un público occidental de manual de autoayuda. La película quiere poetizarlo todo pero fracasa en su intento.”

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