Cabos | El perro que no calla & Users

Hay reminiscencias de El hombre robado (Piñeiro, 2006) en El perro que no calla, quinta película de la cineasta y actriz argentina Ana Katz, no por una “influencia” de uno sobre otro, sino porque exploran preocupaciones muy locales en contextos que gradualmente van revelando implicaciones más profundas o significativas que su aparente “pequeñez”.

El trabajo de Katz inicia con la confrontación entre el joven Sebastián (Daniel Katz) con sus vecinos por los ladridos de su perro. Lo que sigue es una serie de eventos que gradualmente aumentan en su aleatoriedad hasta culminar en una pandemia que obliga a las personas a usar un casco de plástico y andar a gatas mientas no lo tengan puesto.

A pesar de que puede percibirse como una serie de viñetas con un mismo personaje, Katz encuentra una curiosa cohesión en todas ellas a partir de un aire desorientador pero cotidiano, incluso en las más íntimas: las de Sebastián con su madre y bañando a su bebé. Aunque el punto de interés es el tratamiento del tema pandémico, lo cierto es que esto solamente es uno de los varios elementos presentes y no el que le da propósito, algo que podría frustrar ciertas expectativas, sin embargo, refuerza la virtud que Katz quiere destacar en su protagonista: la resiliencia. La pandemia se minimiza para poder hacerle frente, más no para ignorarla.

A cinco años de su estupenda Todo lo demás (2016), Natalia Almada inicia su nuevo documental con una serie de imágenes en las que el rostro más recurrente es el de su hijo, uno de los principales motivos que, quizás, hicieron a la cineasta alejarse del medio durante un tiempo.

Este período parece haber despertado una serie de preocupaciones y reflexiones que encuentran cabida en su documental, buscando conectar los grandes y frenéticos cambios tecnológicos a temas mucho más personales, como la maternidad y la manera en la que ésta gradualmente se va dehumanizando.

Las imágenes que recoge Almada buscan crear un impacto similar al de la trilogía de Godfrey Reggio (Naqoyqatsi, 2002), entremezclando observaciones de la propia cineasta que terminan por hacer muy difusas sus intenciones y hacen de su ambición algo profundamente vacuo e, irónicamente, intrascendente.

Hay demasiadas ideas en Users, muchas de ellas presentadas con la misma fugacidad con la que aparecen en cualquier feed o timeline, lo que hace que el documental caiga en su propia condena: la fría sensación de deshumanización tan resonante en Todo lo demás se extravía en Users.

Por JJ Negrete (@jjnegretec)

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