Ambulante | ‘No soy tu negro’ y el peso de las palabras

El nuevo documental de Raoul Peck advierte en su inicio que a continuación veremos el libro que el poeta y activista James Baldwin nunca escribió. Páginas sobre tres grandes figuras del movimiento de los derechos civiles en Estados Unidos que nunca brotaron de una máquina de escribir (porque Baldwin murió con sólo 30 cuartillas completadas), se convierte ante nuestros ojos en cine. El texto se transmuta para mostrarnos el mundo en los ojos de y su papel en la historia de su país.

No soy tu negro (I Am Not Yout Negro, 2016) es un documental sobre el pasado, el presente y el futuro. Hechos sucedidos 400 años atrás que siguen afectando a un gran número de personas y el futuro pronostica nuevas injurias. Peck monta un juego visual, con reminiscencias al trabajo de edición eisensteiniano, donde él homenajea al escritor y éste, a su vez, honra a los suyos desde la tumba: Martin Luther King Jr., Malcolm X y Medgar Ever.

Peck busca dejar patente que la situación no ha cambiado mucho para los afroamericanos desde los años 60, que la presidencia de un hombre negro no transformó de la noche a la mañana al país. La resistencia a la integración sólo se ha radicalizado, como lo demuestran los discursos de Donald Trump y sus partidarios. Aislamiento como única herramienta de socialización. Miedo al otro ante la necesidad de crear un enemigo.

Los momentos más interesantes de No soy tu negro llegan cuando Baldwin (en la voz de Samuel L. Jackson) analiza la cultura audiovisual de sus años formativos, llena de caras blancas coronadas por cabello rubio, y no entender por qué la gente podría mirarlo con extrañeza. Él no era diferente a los demás, pero la sociedad en que creció se encargaba de marcar la diferencia. De que nunca pudiera olvidar su lugar. El director utiliza como ejemplo la manera en que Hollywood utilizaba a Harry Belafonte o Sidney Poitier, actores de color que cumplían con el estándar de la sociedad blanca. Figuras obedientes y colaborativas, no exigentes.

El narrativa confeccionada por Peck une los años de esclavitud, que sirvieron para construir uno de los países más prósperos del mundo; el movimiento por los derechos civiles de los 60, junto con la muerte de tres de sus figuras importantes; y las nuevas protestas agrupadas bajo el lema de #BlackLivesMatters, que ocuparon buena parte de las noticias norteamericanas el año pasado. Si James Baldwin viviera, imagina Peck, su libro haría la misma conexión, porque los problemas no han cambiado radicalmente. La historia no se repite, pero tampoco surge de manera autónoma. Si la voz de Kendrick Lamar brota de las bocinas (I want everything black, I ain’t need black (Down to our knees)), es porque un esclavo negro hacía lo mismo en un campo de algodón. Peck inserta su documental, en la historia cultural y social afroamericana, utilizando la voz de Baldwin como punto de partida.

Su intención es demostrar que el cine es un arma ideológica para mantener el estatus quo y para combatirlo, aprender para comprender la realidad más próxima. Un espacio en blanco donde el mundo puede ser entendido y transformado a nuestros deseos. Justo como las palabras de Baldwin o las imágenes cargadas de ideología de Peck. Como apuntaba el filósofo Slavoj Žižek en The Pervert’s Guide to Cinema: “Para poder entender el mundo de hoy, necesitamos del cine, literalmente. Sólo en el cine es que podemos entender la crucial dimensión de lo que no estamos listos para enfrentar en nuestra realidad. Si buscas lo que en realidad es más real que la realidad misma, mira la ficción cinematográfica.”

No soy tu negro es una invitación a conocer la obra de Baldwin, entender de dónde surgió y averiguar quiénes eran sus héroes. Y de paso, mostrarnos el pasado para entender el presente y poder proteger lo mucho o poco que se ha construido. Al igual que el libro inacabado de Baldwin, la historia del mundo se sigue tejiendo. Tristemente, la lucha vive.

Por Rafael Paz (@pazespa)

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