Ambulante | Hablar sobre árboles: reviviendo la magia del cine en Sudán

En una de las primeras escenas de Hablar sobre árboles (Talking About Trees, 2019), un grupo de amigos cineastas sudaneses recrean una famosa secuencia del clásico de Billy Wilder El ocaso de una vida (Sunset Bvld., 1950), sin embargo la cámara con la que uno de ellos está “filmando” es sólo imaginaria. Y es que muchos años antes un golpe de estado estableció una dictadura en su país y, consecuentemente, toda la cultura cinematográfica fue “asesinada”.

Entre los protagonistas del documental, dirigido por Suhaib Gasmelbari, están los cineastas Ibrahim Shaddad y Suliman Ibrahim, quienes en su juventud estudiaron en Alemania y Rusia, respectivamente, y luego fueron galardonados en festivales fílmicos extranjeros en los años setenta y ochenta. Pero en el Sudán de 2015, cuando se filmó el documental, sólo quedan vestigios de esa vida, por ejemplo una vieja carpeta de producción de un proyecto que nunca se concretó. Por supuesto que es doloroso escuchar los testimonios de los cineastas cuyos sueños quedaron truncados tras el golpe de estado, cuyas vidas perdieron una parte esencial cuando la magia del cine se apagó para dar paso a la persecución de supuestos comunistas, arrestos y exilios.

El pasado les sigue pesando a los amigos, comprensiblemente, y el presente está lejos de ser ideal. Sin embargo, Hablar sobre árboles se enfoca en su lucha por recuperar algo de lo perdido, una vez que los miembros del llamado Sudanese Film Group (Shaddad, Ibrahim, Eltayeb Mahdi, entre otros) –inconformes con que las películas sólo se vean en casa o en lugares pequeños e improvisados– se enfrascan en revivir algunos de los antiguos cines de su país. Si bien hay un dejo de melancolía y nostalgia cuando, por ejemplo, se encuentran con carretes de películas de celuloide arrumbados en las casi ruinas de un viejo cine, la labor de estos hombres es siempre noble y esperanzadora. Entendiendo que realizar cine como en antaño está fuera de consideración (aún así vemos a Shaddad concebir un nuevo corto con celular), ellos sólo buscan proyectar películas en pantalla grande para el mayor número de personas posible, algo mágico que ciertamente no han dejado de añorar pero que las generaciones más jóvenes de Sudán ni siquiera han podido experimentar.

Similar a lo visto en otro documental reciente, The Prince of Nothingwood (2017) –el cual aborda al prolífico cineasta afgano Salim Shaheen (acá, una reseña)–, en Hablar sobre árboles el cine se erige como una alternativa ante un entorno por demás duro. Aquí vemos a niños sudaneses reírse con el gran Charlie Chaplin y sus Tiempos modernos (Modern Times, 1936), e inevitablemente nos entusiasmamos cuando parece que la labor encomiable del Sudanese Film Group (que va desde lidiar con los permisos gubernamentales, arreglar el local, hacer encuestas, hasta pegar carteles publicitarios) valdrá la pena y hará posible que una comunidad pueda disfrutar otra vez de su antiguo cine, viendo en pantalla grande, y así quizás olvidando su realidad por unas horas, la acción violenta y catártica y el heroísmo fantástico del Django, sin cadenas (Django Unchained, 2012), de Quentin Tarantino; este último título elegido por el propio público, posiblemente porque, parafraseando lo dicho por Sam Firstenberg en el libro Stories from the Trenches, la “personas normales” no quieren ver su vida reflejada en pantalla en algún drama social, sino que desean ir al cine a escapar por medio de sueños y fantasías.

Lamentablemente, en Hablar sobre árboles la realidad indica que, al menos en 2015, la dictadura, la (infernal) burocracia y el mecanismo propagandístico comandado por Omar al-Bashir, seguía funcionando a tope; y el cine, por su parte, seguía siendo un recuerdo lejano como de ensueño. No por nada el director Gasmelbari incorpora el metraje de un filme de Suliman Ibrahim que estaba perdido, Africa, the Jungle, Drums and Revolution (1979), para que parezca que Suliman lo está soñando, mientras al fondo en su televisor se diluyen las palabras de un político aparentemente democrático; y no por nada el documental cierra con Ibrahim Shaddad presentando al público la función de reapertura del viejo cine, pero sólo de manera imaginaria. En una nota positiva, eso sí, Hablar sobre árboles es una constante exhibición del fuerte lazo de amistad que mantienen los cineastas protagonistas, porque cuando los tiranos han abandonado a los ciudadanos, no queda más que abrazarse unos a otros.

Por Eric Ortiz García (@EricOrtizG)