La Ilustración, en una de sus tantas definiciones, se conoce someramente como un movimiento que buscó acabar con la ignorancia y la superstición (uso alegórico de la luz y la oscuridad). Esta obra toma este mismo dogma, lo politiza, lo hace estético (a través de una rigurosísima puesta en escena) y lo hace integral dentro de su contexto social (el mismo país, dos siglos después).
Es interesante y curioso ver cómo una misma obra es censurada en dos diversos contextos socio-temporales totalmente diferentes, ambas dominadas por gobiernos o monarquías proteccionistas y hegemónicas. La Religieuse de Diderot y La Religieuse de Jacques Rivette.
Primero fue el texto, ahora es la imagen, pero la idea subversiva original se mantiene intacta. ¿Los enemigos? Rigidez del dogma religioso y social, la ignorancia, el ansia de libertad en sociedades opresivas (o el desconocimiento del concepto de libertad bajo las mismas condiciones).
Como idea, La Religieuse siembra una polémica que despierta una discusión interesantísima (como las de Tercer Grado para que me entiendan), la oposición casi natural de una BRILLANTE Anna Karina (que muestra el amplísimo rango que poseía fuera de ser la musa de Godard) al principio de la cinta, nos da una idea de lo sencillo que resulta la subversión ante los valores pregonados por la Iglesia (hoy en día, vapuleada por la pederastia, la corrupción, el Padre Maciel y Norberto Rivera –nada más me acuerdo de ese cabrón y se me erizan los pelos de todo el cuerpo…y eso que soy lampiño).
La subversión es el primer principio axiológico distorsionado que aparece en la obra (aunque Diderot planteó que su intención con esta obra no es generar polémica, la polémica se genera por las lecturas de idiotas como el que escribe el presente texto). Pero como vemos, dentro del desarrollo de la historia pesa más el bienestar y el equilibrio dentro del sistema familiar, que se hace un sacrificio por el bienestar de la madre y la “libertad” de nuestra protagonista.
Siendo de esta manera, Suzanne (Anna Karina) es internada por sus padres en el convento, en los cuales se refugiaban (como reza el prólogo de la película) mujeres viudas y solas o hijas de nobles que esperaban a que alguien le hiciera el favor a sus chiquitas.
Louis de Bordalue es citado al inicio de la cinta, con respecto a este sacrificio: “Se conduce a la víctima al templo con las manos y los pies atados, se la presenta al Sacerdote y es objeto de un sacrificio, que lejos de glorificar y complacer a Dios, le resulta execrable”. Ataque frontal a la superstición y la lectura errónea de las instituciones religiosas de lecturas o “textos“ divinos. Suzanne rechaza con envidiable naturalidad los votos de obediencia, castidad y pobreza que le quieren ser impuestos.
Después de finalmente internarse por deseos de su fría madre. Al entrar Suzanne encuentra una madre putativa (así se le dice) en la figura de la Madre Superiora, una mujer que entiende el rechazo de Suzanne a los vacíos votos que después de haber aceptado (momento que Rivette deliberadamente no muestra al espectador) dice no recordar y que la acepta como una hija, generando rivalidad con una joven abadesa, quien, al morir la Madre Superiora, asume el cargo del Convento y lidia con los actos subversivos de Suzanne. Una vez más se nos es presentado el viejo dilema de la tradición contra la novedad, conservadurismo contra subversión. Dentro de su ignorancia, la abadesa no comprende las modernas ideas de Suzanne (en una clara referencia a movimientos feministas en boga a mediados de los años 60) y la acusa de “posesión demoníaca”.
La Religieuse muestra cómo la justicia divina se confronta con la justicia del hombre, la superstición contra el empirismo, la ignorancia contra la razón, la libertad ante la opresión, el rol femenino tradicional contra los roles femeninos transgresivos (léase: lesbianas) así como la confrontación con el hecho de que la libertad es un concepto inalcanzable en contextos totalitarios (en este caso, el totalitarismo es abierto, pero en el contexto de la cinta y la polémica que causó, estamos hablando de un gobierno francés con tintes aún caudillistas, por lo tanto, hablamos de un totalitarismo censurante-castrante que navega con la bandera de “democrático”).
La Religieuse, como manifiesto cinematográfico de un fabuloso rigor. La toma de Rivette y su manera de fragmentar las escenas son ejemplos claros y vibrantes del mise en scène en su definición más clásica. El color deslavado de la fotografía, el naturalismo de las actuaciones, decorados y vestuarios, la simpleza de las tomas y la dura precisión de los cortes retoman el “rechazo” a la tradición cinematográfica francesa clásica que profesaban Truffaut y la vanguardia presentada por las cintas de Dreyer y, especialmente, de Robert Bresson. Rivette toma los estandartes de austeridad y busca que su cinta sea lo más verité posible, utilizando tomas largas, evitando close-ups, en resumen, evitando cualquier elemento que sea “artificial” (paradójico, ya que el cine es artificio puro y nunca realidad).
Tanto la cinta de Rivette como la obra original de Diderot, a pesar de su supuesto mensaje neutral, no anti-clericalista se convierten en explosivos retratos de la vida eclesiástica y de la absoluta inexistencia y relatividad de la libertad en sociedades modernas o contemporáneas.
Por JJ Negrete (@jjnegretec)