‘Tarnation’: el ojo sensible de un director amateur

El hombre evoca constantemente el pasado porque abandonarlo significa desprenderse un poco de su propia esencia. El director Jonathan Caouette documentó con 19 años de videos caseros, fotografías, retratos y nostalgia la historia de un niño solitario, su madre esquizofrénica y la transición hacia una vida madura que no logra desprenderse de su pasado.

En Tarnation, el cineasta amateur Jonathan Caouette reconstruye su historia a partir de la trágica vida de Renee, su madre, quien a los 12 años comenzó a recibir sesiones de electroshocks, a partir de lo cual fue internada en más de 100 hospitales psquiátricos durante 35 años.

Construida más como diario que como documental, Tarnation inicia con el final. La vida tranquila y amorosa de Caouette junto a su novio David cambia cuando Renee sufre una sobredosis de litio y Jonathan es forzado a revivir su pasado.

El género documental no sólo necesita del testimonio, también requiere de la construcción de un mensaje. En este sentido, Caouette lo que hace es contar una historia trágica, la suya, como una anécdota, pero con el uso sensible de una serie de materiales documentales como fotos, archivos y videos caseros.

A lo largo del filme es inevitable sentirse atraído por una historia bien contada, pues a pesar de que la construcción narrativa es muy lenta, el acercamiento a la intimidad de su vida, al lado de su pareja y después con su madre, va moviendo al espectador en un espectro sensible de emociones, incluso cuando la acción es prácticamente inexistente.

Cuando era un niño, Caouette saltó de casa en casa hasta que fue regresado por el Servicio Social estadounindense con sus abuelos, Adolph y Rosemary Davis, quienes cuidaron del cineasta hasta que tuvo suficiente edad para comenzar a construir una vida.

Mientras su madre luchaba con sus problemas psiquiátricos, Jonathan comenzó a explorar el mundo a través de sus pasiones. Desde pequeño, las cámaras de 8mm y las actuaciones dramatizadas formaron parte de su vida y, poco a poco, de la de sus abuelos e incluso la de Renee, quienes comenzaron a acostumbrarse a la presencia de ese ojo que todo lo registró. Ese grado de vouyerismo autoinfligido va construyendo el autorretrato de Caouette, a través de sus dramas, sus episodios de rebeldía adolescentes y la vida de un hombre gay que migró de un suburbio de Texas a la Gran Manzana.

La simple idea de contar la historia de vida, el día a día, y dejar sueltos los demonios del pasado no es algo poco común en las artes. El ejemplo más recurrente es Charles Bukowski, un hombre que harto de la cotidianeidad, renunció a su empleo en el correo para documentar con una tapemachine la vida mundana que le pego en gana tener.

Así, el cineasta comparte la historia de su disfuncional familia para situar al espectador en un momento en el que el pasado ha regresado para quedarse. Entonces el filme transcurre en la vida diaria de Caouette, ahora junto a su madre, y el momento en que deberá decidir qué hacer con Renee, quien evidentemente necesita vigilancia.

La parte final de esta breve historia es una probadita de la vida adulta del cineasta, que señala el amor como hilo conductor. Ese afecto se desdobla en dos niveles, la comprensión y compañía que ofrece su novio David, y la sensibilidad con que Jonathan intenta enfrentar la situación de Renee.

Tarnation, entre sus intertítulos, los efectos de producción baja y una dramática historia, genera una sensación hogareña lo suficientemente fuerte para que el espectador pida mirar cuadro tras cuadro un poco más de esta historia, contada a través del ojo sensible de un director amateur.

Por Alejandra Arteaga (@adelesnails)

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