Distrital: ‘Otro tipo de música’ para otro tipo de audiencia

Profecía autocumplida: La reacción de la audiencia.

Los festivales de cine representan la oportunidad de apreciar una variedad de perspectivas y sensibilidades diferentes a las que suelen reinar la cartelera de manera habitual. Únicamente de esta manera es como tenemos acceso a películas que muy probablemente quedaran sepultadas en ese inmenso océano de olvido lúdico que representan las “películas festivaleras”. Otro tipo de música del director José Gutiérrez Razura es una muestra de un cine que difícilmente encontrará una audiencia amplia, pero no por los motivos que uno suele asociar con ese mal llamado “cine de festival”, como una pretensión artística vomitiva disfrazada de necia innovación e indescifrable mensaje y código, sino por su abrumadora honestidad, narrativa lineal clara y austera estética, que es tan real que termina por generar tedio y aburrimiento al espectador común.

Sutileza, Sinceridad y Comedia: Valores Perdidos e Irrecuperables.

La historia gira sobre Jorge, un joven de 25 años sin titulación ni empleo, enamorado de su vecina Adriana, una mujer obsesionada con la idea de una nueva casa, quien a su vez esta casada con Joaquín, un melómano que aparentemente no tiene otro objetivo más que hallar a una cantante llamada Josefina. Jorge un día conoce a Karina, una chica con la cual desarrolla una relación platónica. Karina se embaraza y piensa irse a Canadá. Jorge la acompaña hasta un lugar llamado “La Lagunilla” donde Karina decide quedarse con él y hacen migas con un duo que toca música banda, mientras que Adriana y Joaquín están también en “La Lagunilla” con el objetivo de entrevistar a la cantante Josefina, quien ahora se ha vuelto una especie de borracha sabia (como si La Chupitos recitara poemas de T.S. Elliot).

La historia en apariencia sencilla se siente extremadamente larga en su tratamiento. El director elige un pacing lento y calmado (que no contemplativo) que permite que la historia se cocine “a fuego lento” mediante tomas largas, uso dosificado de música y edición naturalista.

La película tiene la influencia de maestros del naturalismo como el director japonés Yasujiro Ozu (Tokyo Story) o el finlandés Aki Kaurismaki (Le Havre). Sin embargo, Gutiérrez carece (aunque le echa ganas) de la sutileza estética de Ozu, del cual, toma el estilo de dirección de actores (con lo que se puede confundir como “desapego afectivo” o “actuación acartonada”). Sin demeritar el trabajo estético de Gutiérrez, el cual es adecuado y suficiente, por el afán de bordar una película libre de artificialidad, se olvida del appeal de la cinta, irremediablemente necesario para poder conseguir distribución. Hay momentos en los que la fotografía de la cinta parece de comercial del IFE. La incursión de los músicos de banda que alojan a Jorge y Karina en “La Lagunilla” y la aparición de la alcoholizada sapiencia de la cantante Josefina funcionan como pequeño guiño al cine de Kaurismaki, quien usa a los músicos y los cantantes como auténticos leit motivs narrativos.

Es difícil decir que estamos ante una cinta de mala factura, el problema es que un espectador promedio difícilmente podrá conectar con un cine tan auténtico y sencillo como el que plantea Gutiérrez, lo cual resulta hasta cierto punto reprochable y podría ser recriminable por los defensores de este cine, que hoy necesita de muchos aliados. El problema principal de una obra tan sincera como Otro tipo de música es que es tan cercana a la realidad que nunca sentimos que vimos una película, sino que fuimos invitados a presenciar la relevancia de la irrelevancia, el conflicto de la cotidianeidad, difícil, dado que cuando se habla de conflictos e historias tan reales, las nuestras suelen sobrepasar en interés y prominencia a cualquier otra. Quitar esos enormes audífonos a la audiencia es un trabajo arduo, pero qué bueno que alguien lo esta intentando.

“Te tengo un regalo…cierra los ojos y abre la brageta”.

Por JJ Negrete

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