De vez en cuando aparece alguna banda que no tarda mucho en ser comparada con The Beatles, en estos años la agrupación predilecta para las comparaciones es One Direction.
Ellos son la típica boy band, llena de niños bonitos que bailan y cantan, cada uno tiene una personalidad muy marcada para diferenciarse. En realidad, lo que los hace diferentes es la manera en que fueron creciendo como banda.
Al principio, cada uno llegó por su cuenta al concurso The X Factor y Simon Cowell tuvo la visionaria idea de unir a los 5 jóvenes que no se conocían pero que tenían potencial para hacer estremecer a miles de adolescentes. El fenómeno de su éxito es curioso ya que desde el inicio enamoraron al público aunque no tenían ni una canción propia, sólo eran concursantes y, aparte, ¡perdieron!
El resto de la historia ya la sabemos. Para contar cómo es su vida, Morgan Spurlock –mejor conocido como el cineasta que comió a diario durante un mes en McDonald’s en Super Size Me (2004)– fue el encargado de retratar cómo vive un rockstar –mejor dicho, popstar– y tener que lidiar con la fama a una edad tan corta.
Durante el documental grabaron sus conciertos, el backstage, a sus familiares, su crew pero sobre todo, Spurlock –y la banda– hicieron énfasis en las fanáticas. One Direction sabe y agradece su apoyo, como cualquier otra banda dicen que las aman y ellas se sienten apapachadas con sus letras románticas y sueñan con que alguno se las cantara al oído.
La conexión que las fans tienen con la banda es increíble, ellas dicen que aunque no las conozcan se saben queridas por One Direction y las letras de sus canciones son especialmente para ellas.
Ya se habían tardado para hacerles una película, sin duda alguna, ésta llenara las expectativas de todas esas niñas que esperan, al menos, poder tenerlos cerca por medio de unos lentes 3D. Spurlock hizo buen uso de la tercera dimensión, te transporta a los conciertos, a su vida sobre y bajo el escenario.
Supongo eso es lo que él buscaba, satisfacer a las fans y brindarles la oportunidad de pasar con ellos 92 minutos “a solas”.
Por Mariana Mier (@marianayayaya)