Desde que Studio Ghibli suspendió su producción de largometrajes en 2014 y poco antes de que reabriera sus puertas en 2017, el productor Yoshiaki Nishimura fundó Studio Ponoc en 2015. La naciente casa de animación cuenta con la influencia en la detallada técnica de animación preciosista de la famosa casa de producción de Hayao Miyazaki e Isao Takahata.
Mary y la flor de la hechicera (Meari to Majo no Hana, 2017) es el primer filme producido por Ponoc, la cual retoma los pasos en narración de drama, comedia y en la selección de historias por parte de Ghibli, protagonizadas en su mayoría por mujeres con pizca de rebeldía, fuertes y de buenos sentimientos. Mary es una niña que vive en una zona de campo en casa de su tía Charlotte, quien se cuestiona sobre sus habilidades personales. Su curiosidad la insta a seguir a dos gatos de la localidad y al adentrarse en el bosque encuentra una vieja escoba y una misteriosa flor que únicamente florece cada siete años. Así, la pequeña pelirroja descubre la existencia de la magia y de una escuela que la imparte.
El realizador Hiromasa Yonebayashi, acostumbrado al retrato de jóvenes con iniciativa que evolucionan en su personalidad, su carácter y en sus concepciones sobre el mundo que les rodea, como el cruce de dos distintos modos de vida en El mundo secreto de Arrietty (Karigurashi no Arrieti, 2010) o la asimilación del origen familia en El recuerdo de Marnie (Omoide no Marnie, 2014), entremezcla la realidad y la fantasía, donde la primera es fruto de insatisfacción para Mary.
Aburrida por vivir en el área rural, percibe que no es lo suficientemente buena en labores del hogar ni le agrada su color de cabello que es objeto de mofa para Peter, un joven oriundo del lugar. La adquisición inesperada y breve de poderes mágicos otorga a Mary una sensación de autoconfianza, guiándola a aprender en aceptarse a sí misma con defectos y virtudes, al entorno con el que interactúa y los preceptos de la amistad.
Basado en The Little Broomstick, de la escritora británica Mary Stewart, el relato aborda, con ligeros tintes de extravagancia, a la magia como utensilio de aprendizaje y también de poder, reflejada en la obsesión por experimentar con seres vivos, el maltrato animal y de la ambición que cruza los límites. Sin embargo, la perspectiva fantástica es ambigua y no logra ahondar lo suficiente en el precepto que aborda, dejando cabos sueltos en su historia, reflejados en la ausencia de un origen en la enseñanza mágica.
A pesar de la gran similitud que Mary y la flor de la hechicera guarda en el aspecto visual al entorno mágico de la saga de Harry Potter y en algunos trabajos de Studio Ghibli con mensajes ambientalistas como Ponyo y el secreto de la Sirenita (Gake no ue no Ponyo, 2008), es un entretenido y amigable viaje personal, con clasicismo en preceptos sobre la valía personal, la ambición y el respeto a la naturaleza.
Por Mariana Fernández (@mariana_ferfab)