‘Manji’: La neurosis de la pasión

Los seres humanos somos, sin duda, las formas de vida mas extrañas que han pisado este planeta. Complejos y a la vez dolorosamente absurdos en nuestro comportamiento, confinados a los limites de nuestros miedos y emociones. Reducidos a un perpetuo estado de una infancia emocional, brusca y primitiva. Manji de 1964 explora la cavernosa complejidad del sentir humano. Es una historia de celos, traiciones y pasiones irracionales, con personajes atormentándose unos a otros y a si mismos. El guión, escrito por Kaneto Shindôlogra navegar por las corrientes de este caos visceral, y encontrar el orden detrás de la sinrazón.

Su libreto trabaja la novela original de Jun’ichirô Tanizaki. Si bien la historia se ha adaptado al cine en numerosas ocasiones, la primera versión, dirigida por Yasuzô Masumura, notable realizador de la nueva ola japonesa,  es la más conocida a la fecha. La historia de obsesión, engaños y choques de pasiones comienza como una tragedia para después convertirse en un espectáculo de lo absurdo. Una caída libre para todos los personajes, que una vez iniciada nunca pierde su velocidad ni trayectoria.

El manji, la cruz cuyos cuatro lados se extienden, símbolo recurrente en las religiones de Asia y que fuera adoptado por el partido nazi, representa aquí a los cuatro personajes principales. Una ama de casa aburrida de su rutina, casada con un hombre más por compromiso que por amor o afecto, conoce a una joven en sus clases de pintura. Una relación comienza entre las dos, un affaire que rápidamente empieza a tomar giros peligrosos, y a gestar frutos venenosos. Para la primera mujer este capricho se convierte rápidamente en una obsesión, para la segunda esto es un mero pasatiempo y una forma de sacar provecho económico, de rendirse tributo a ella misma y a su ego. Aunque éste último terminara volviéndose en su contra, y demostrando como al perder el control éste fácilmente se convierte en un arma de doble filo.

El marido no tardara en quedar involucrado, y es que el matrimonio para él es una sociedad mercantil, usando el dinero de sus suegros para fundar su vida profesional. Eventualmente aparecerá un cuarto personaje, un amante de la joven estudiante de pintura. De ahí las cosas giraran rápidamente fuera de control, entre pactos suicidas, mentiras, traiciones y demás situaciones que irán convirtiendo la cruz en un laberinto emocional esquizofrénico. Todo esto narrado por la esposa a un terapeuta, que en silencio y sin decir una sola palabra, escucha el sórdido relato. Simplemente cambiando sus gestos ante cada nueva revelación, cada una mas irreal que la anterior.

Cada personaje demuestra diferentes niveles de inestabilidad emocional, ninguno puede meter un poco de coherencia al cuadro. Este último sólo crece en demencia, en lo totalmente carente de lógica y de cordura. El retrato es sin embargo siempre consistente con el tono y contexto de la historia. Estamos ante seres humanos desprovistos de cualquier defensa, de cualquier pose o mascara. El alma humana revelada en su más precaria desnudez y vulnerabilidad. La desesperación de ser amados, de sentir afecto, de sentir un cuerpo cálido a un lado. El pavor a reconocer lo solitaria que puede ser la vida humana, aun rodeado de personas, compartiendo un techo e incluso una cama con alguien más. Buscamos con desesperación afecto, aun cuando no sepamos cómo devolverlo. Pedimos cosas que no podemos ni sabemos dar, un te quiero, un abrazo. Aun cuando estos sean parte de una farsa que ayudamos a construir los convertimos en señales de un bien mayor, el cual rápidamente puede tornarse en un mal temible, contundente, e inevitable. La mentira del amor nos reconforta más que la verdad de la soledad.

Aunque algunos serian rápidos en adjudicar a la cinta elementos propios de un cine de proto-explotación, lo cierto es que Masumura no está tan interesado en lo que sucede en la cama, su enfoque se encuentra en lo que ocurre alrededor de ésta. Los conflictos y dilemas de esta telaraña ocupan nuestra atención, con cantidades de piel mínimas que mostrar. Con esto el realizador logra evitar caer en el error común que otros directores cometen a la hora de retratar pasiones humanas en la pantalla. Ocupándose mas por la carne que por el alma de los personajes. El guión del director de Onibaba no juzga, y comprende también que las penurias del corazón humano son el artífice de nuestras propias ansiedades. Aun cuando de momentos pareciera que es un personaje el que esta manipulando a los demás, queda claro que todo este sórdido incidente no dejara recompensas a ninguno de los participantes. Como decía Albert Camus, la vida no es tan complicada, somos nosotros los que la complicamos sin necesidad.

Debido a su exploración tan franca y honesta de la condición humana, lejos de los burdos estereotipos de las “batallas” de género que inundan las revistas del corazón, este relato se ha mantenido fresco, resonando cada vez más con el paso del tiempo. Una exploración de la maquina del deseo humano, mostrándonos sin reparos, o sutilezas, sus facetas mas flagelantes.

La más reciente adaptación fílmica fue del 2006, pero la dupla de director y guionista de la original lograron imprimir a su obra de una intensa personalidad. Así como el terapeuta que escucha el relato nosotros escuchamos, y observamos, como los seres humanos se pueden dar tanta dicha, y a la vez traer tanta miseria a si mismos. Esa pareciera ser la cruz que debemos cargar. Se trata no sólo de nuestra incapacidad de comprender a los demás, sino de nuestra propia ceguera con los pensamientos y emociones que habitan nuestro ser. Por eso este relato seguirá con vida para ser explorado a futuro, porque los nudos del corazón humano seguirán ahí, esperando ser desentrañados por quien se aventure a tratar de entender lo que nos mueve y lo que nos hunde.

Por Rubén Martínez Pintos (@SartanaDjango)