Los delincuentes y el robo del tiempo

Pocas cosas son tan efectivas para hacer una película como un robo y usualmente dichos proyectos usan el vértigo como un elemento clave para sostener la tensión durante el tiempo que sea necesario. En el caso de Los delincuentes (2023), del argentino Rodrigo Moreno, el robo es un asunto importante, pero no es el único que tiene cabida y, quizá, ni siquiera es el principal.

Morán y Román son dos empleados de banco que en determinado momento de sus vidas se cuestionan la rutina de su día a día. Uno de ellos encuentra una solución: cometer un delito. De alguna manera lo logra y compromete su destino al de su compañero. Decisión que los llevará a un cambio rotundo en sus vidas buscando una existencia mejor.

Como en producciones recientes del cine argentino que han encontrado el favor de los festivales internacionales –La flor (2018), de Mariano Llinás; o Trenque Lauquen (2022), protagonizada por Laura Paredes –quien aparece aquí como una implacable contadora–, hay un trabajo que, de manera diligente y cauta, se aboca a bordar un trenzado narrativo que ciertamente es menos ambicioso que en las arriba mencionadas, pero que, sin duda, comparte un sentido de riqueza y profundidad literarias que más que en la imagen vive en un sentido lúdico hallado en las palabras.

losdelincuentes

Las “digresiones”, que seguramente serán cuestionadas duramente por varios espectadores, van más allá de cualquier discusión de “utilidad” a la historia. Así como otros cineastas argentinos contemporáneos, lo que Moreno hace, es darnos dos o hasta tres películas en una sola, a la vieja usanza de los cines antiguos en los que uno podía ver un programa doble por el pago de una entrada.

Por un lado tenemos el robo más discreto y casual jamás filmado, acompañado del suspenso netamente hitchcockiano de un hombre que debe ocultar el motín; mientras que por otro, se filma la aventura de dos hombres en la provincia argentina, cada uno de los cuales encuentra un idílico romance.

La extraordinaria banda sonora, que lo mismo evoca a Lalo Schiffrin que a Quincy Jones y el gran Bernard Hermann, acentúa esta sensación de clasicismo narrativo que se distiende temporalmente pero no se diluye narrativamente. Habrá espectadores que se sientan timados o que su tiempo les ha sido robado, ¿no es acaso normal esperar eso de una película llamada Los delincuentes? Después de todo, estar en el cine es algo que no sirve más que para robarnos el tiempo.

Por JJ Negrete (@jjnegretec)

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