Una entrevista sobre la memoria porque No son horas de olvidar

¿Qué somos cuando perdemos nuestros recuerdos? ¿Existimos sin el contexto de nuestra agencia? Ese par de preguntas resuenan de manera en las imágenes de No son horas olvidar (2020), primer trabajo de largo aliento de David Castañón Medina, el cual tiene como protagonistas a Juana Ramos y Jorge Osorio, un par de exiliados chilenos que luchan contra los efectos del Alzheimer en la memoria de ella.

Antes de la llegada a la salas del documental –a través de Mandarina Cine–, charlamos con Castañón Medina sobre el proceso de creación de su película, su interés por la memoria y la fracturada narrativa de su proyecto.

Butaca Ancha (BA): ¿Cómo conociste a la pareja protagonista?

David Castañón Medina (DCM): A Juanita y Jorge les conocí en el proceso de la etapa de investigación. En un principio tenía muchos más personajes porque había considerado que fuera una película coral. Concretamente a Juanita la conocí en una casa de cuidado diurno –que no es la que aparece en el documental, ésa es de tiempo completo– y en este primer lugar, solo pasaba ahí la primera mitad del día –de la mañana hasta la tarde– y luego un familiar la recogía. Ese lugar se caracteriza por cuidar de adultos mayores que tienen algún problema cognitivo, como demencia, y me acerqué justo para conocer, por una parte, el padecimiento, el vivirlo, ver cómo es el comportamiento de las personas, conocer sus historias e irme impregnando de una manera directa del tema.

Ahí conocí a Juanita, pero había otras personas que, digamos, en términos de la película consideraba de interés. Les fui conociendo, porque no llegué con alguna idea en concreto. No sabía si iba a encontrar una pareja, una mujer sola o un hombre solo, iba un poco abierto, pero tenía algunas directrices que con las cuales me guié para elegir finalmente a Juanita y Jorge, que más allá de la denuncia, tenían que ver con su historia personal, sus aficiones –son las que se retratan en la película: el baile, la música, la poesía– y este rasgo que en un principio no contemplé: el exilio.

Ese desplazamiento forzado fue un rasgo determinante, un hallazgo, no tenía interés de hablar sobre eso –pensaba en el olvido, la enfermedad–, a través de eso considero que Juanita vive dos pérdidas de la memoria. La primera cuando es desplazada, al exiliarse corta con ese pasado, con esa identidad y debe rehacerse, volver a empezar. Y, con la enfermedad, es un poco lo mismo porque también la enfermedad merma sus recuerdos, su identidad y, de cierta forma, la va desdibujando.

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Cuando les conocí todavía tenía la idea de que fuera una película coral, intenté buscar eso en otros personajes. Había, por ejemplo, un señor muy mayor que había llegado exiliado de España, llegó siendo un niño de cinco años con su familia huyendo del conflicto de la Guerra Civil. Finalmente murió durante el proceso de la investigación y no se pudo desarrollar como personaje. De hecho, eso pasó varias veces, fue tan largo el proceso de consolidar el inicio de la película, que para el final era mucho más simple –en términos de producción– abocarse solamente a Jorge y Juanita.

BA: ¿Originalmente era una película coral sobre la demencia?

DCM: Sí, era más temática. Tenía la idea de explorar el olvido, particularmente como un rasgo del Alzheimer, quería comparar las vidas, los retratos y ver que si lo que hacía un personaje otro hacía lo mismo en función de la enfermedad, porque si bien olvidan y pierden su identidad, lo cierto es que algunos recuerdos permanecen. Buscaba asociar momentos de goce con momentos de plenitud, cuando bailan, cantan, reclaman. Quería replicar eso en los demás personajes, que no fuera una película de retratos. Aunque sí terminó siendo esa película, que tampoco lo vi mal porque es una historia pequeña, una historia mínima, una historia de la vida cotidiana perdida, como muchas, en el mar de las historias.

Siento que expone y refleja parte de lo que somos como humanos, ciertas condiciones de la humanidad se ven reflejadas en el caso Juanita y Jorge.

BA: Tu cortometraje La quemada (2022) también toca el tema de la memoria, aunque en ese caso era uno de tus recuerdos. ¿Qué diferencias encontraste al partir de uno ajeno? ¿Cambió algo en lo ético?

DCM: Se generó una intimidad y, en un principio, el planteamiento fue haciéndole eco, resonancia al título de la película en cómo yo le hablaba Jorge, porque él era mi principal vasco comunicante. Me ayudaba a comunicarme con Juanita, me traducía, ayudaba a tomar en cuenta ciertas historias. La comunicación inmediata era con él.

Le expliqué desde un inicio que el propio título de la película tenía la intención de posicionarse, de oponerse al proceso de olvido que es un poco una batalla perdida, porque, hablando de Alzheimer, sabemos que es una enfermedad progresiva, no se detiene y va aumentando conforme pasa el tiempo. Las personas que la padecen van perdiendo, sino la totalidad, gran parte de su memoria, de sus recuerdos, su identidad.

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Ambos sabíamos que era una pelea, quizá, perdida desde el principio. Sin embargo, ésa es la propuesta de la película: oponerse al olvido y buscar mecanismos, ya sea a través de las libretas, los vídeos de VHS, conversaciones que tienen entre ellos directamente. Buscar qué tipo de recuerdos todavía permanecían en Juanita. Le planteé a Jorge que mi intención era indagar, ver qué recuerdos había todavía vividos y rescatarlos de alguna manera, plasmarlos en la película y de esa forma conservarlos.

La premisa siempre le interesó a Jorge, le encantó la idea. Creo que veía así su propia historia, y veía una oportunidad de en una película condensar un aspecto de su vida, guardar ciertas memorias para la posteridad. Además, tiene esa afición por las grabaciones caseras, él tenía muchos VHS. Muchos años de su vida grabó y grabó, desde cuestiones cotidianas hasta viajes. Era un cotidiano que él quería registrar y almacenar. Eso también lo hacía un acto simétrico, era un eco lo que hacía conmigo.

BA: Al usar ese material, se deja ver esa fragilidad de la memoria. Juanita anotó muchas cosas en su diario, que ahora sin su memoria se han perdido, no tienen contexto.

DCM: La memoria es uno de los cimientos de nuestra identidad. Nos da un sentido de flujo, sabemos que hemos atravesado una infancia, una juventud, etcétera, vamos avanzando y, de alguna manera, a través de nuestros recuerdos generamos una historia, un proceso de crecimiento y cuando la memoria se ve trastocada con una enfermedad como la demencia, se pierde es ordenamiento lineal y la ubicación de las referencias por las cuales ubicamos personas, lugares.

Desdibujar la memoria es también anular la identidad, es un poco lo que le pasa a Juanita y a todas las personas que padecen demencia. El proceso quizá no es tan fuerte para ellos, como para los familiares. Siempre resulta mucho más impactante ver cómo la persona que antes recordaba contigo y hacía réplica, va desapareciendo. Esa persona muere en vida, y ese proceso es muy duro para los familiares.

BA: Imagino que a eso se debe la narrativa fragmentada, hay momentos que invaden la línea principal. ¿Querías reflejar lo que estaba experimentando Juanita?

DCM: Quería tener esta impresión de que las mentes que padecen demencia, justamente, pierden ese sentido lineal. Lo mismo pueden estar en el presente y, de pronto, ubicarse en un lugar muy remoto en su pasado, luego olvidar lo que acaban de hacer. Me dio una licencia para tratar de que la estructura de la película representara la mente de Juanita, por eso puede transmitir esta idea de fragmentación donde sí va avanzando, pero hay bloques donde parece que se repite o es cíclica, de pronto divaga. Justo es una mente trastocada por la enfermedad. Traté de emular y representar lo que sucede al interior, donde las imágenes y los acuerdos saltan sin una estricta correspondencia o lógica.

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BA: ¿Por qué decidiste que tu ópera prima fuera un documental?

DCM: Es una pregunta interesante porque ha pasado mucho tiempo, más de 10 años desde la convocatoria del Programa de Óperas Primas de, en aquel entonces, todavía Centro Universitario de Estudios Cinematográficos (CUEC), ahora Escuela Nacional de Artes Cinematográficas (ENAC). En ese tiempo quizás no lo tenía muy claro, cuando terminé de estudiar, gradué y titulé lo hice con un cortometraje de ficción. Al planear mi siguiente paso pensé qué podía hacer después, qué tipo de obra podía generar y me decanté por el documental. Quizá con una falsa idea –todavía muy ingenua– de que podía resultar ser más fácil, se me hacía mucho más complejo organizar una ficción donde todo es inventado –por así decirlo–, aunque hay un sustento de realidad.

En principio, el documental me parecía más sencillo para un recién egresado. Ya tenía los temas ahí y los personajes, estaban las situaciones y, según yo, solamente había que llegar a registrarlas, a dar orden. Esa ingenua decisión marcó mucho mi futuro y el interés por mi oficio, porque descubrí en el documental posibilidades narrativas muy interesantes. Descubrir el documental de esta manera me forzó a entender el mundo, más allá de pensar que era sencillo de acercarse a la realidad documental, me obligó a estudiarlo, me obligó a introducirme realmente en lo que es el mundo de la no ficción y por ahí me he seguido desarrollando.

Me parece un campo de acción muy vasto que muchas veces toca la ficción o la nutre de noficción. Las propuestas narrativas más arriesgadas, más audaces, muchas veces las encontramos en el documental y eso sin duda nutre a todo el mundo cinematográfico, le da vida.

En un inicio lo elegí, honestamente, por una una decisión un poco fría, de pensar que iba a ser mucho más simple y, una vez ahí, me di cuenta de la complejidad, del tiempo que uno necesita para esperar que muchas cosas sucedan, porque el tiempo se hace tan largo que los recursos se agotan y hay que esperar la siguiente etapa. Después de más de 10 años sin duda ha sido algo muy satisfactorio, me ha revelado, me ha mostrado, me ha enseñado y, definitivamente, amo las películas de no ficción.

Esa decisión un poco inconsciente, me llevó por el camino adecuado, donde ahora me siento cómodo y a gusto explorando, como pasó con La Quemada, que es una película de no ficción en la que rescato material de archivo y puedo jugar con los elementos de la memoria. El acto de documentar es un proceso que inmediatamente se convierte en pasado. La memoria siempre está presente.

Por Rafael Paz (@pazespa)