Una entrevista sobre El caso Padilla

El 20 de marzo de 1971 Fidel Castro ordenó la detención del escritor y poeta Heberto Padilla, bajo los cargos de ‘traición a la patria’ por lo contenido en el libro Fuera del juego, un compendio poético que ganó el Premio Julián de Casal –entregado por el Ministerio de Cultura de Cuba–. A pesar de ese éxito inicial, con el pasar del tiempo los versos de la publicación terminaron por ser considerados un ataque al régimen castrista y un señalamiento de Padilla al acercamiento de éste con el estalinismo.

Treinta y ocho días después el poeta fue liberado y, en una reunión privada, realizó una ‘autoconfesión’ en la que no sólo aceptaba todos los cargos impuestos por las autoridades, sino que además acusaba a varios compañeros de la intelectualidad cubana de cometer los mismos crímenes. Si bien una versión del discurso circuló por los canales oficiales, la filmación de lo sucedido esa noche se ocultó y ahora, más 50 años después, esos materiales son el centro del documental El caso Padilla (2022), séptimo largometraje del cubano Pavel Giroud.

Antes del estreno de la película, la cual será distribuida por Artegios y la Filmoteca de la UNAM, platicamos con Giroud sobre las razones que lo llevaron a dedicar un documental a Heberto Padilla, la transformación de Cuba a inicios de los años 70 y la emocional estructura de su trabajo.

Butaca Ancha (BA): ¿Qué te llevó a hacer de este material un documental?

Pavel Giroud (PG): Había leído la autoconfesión de Padilla y, aunque luego supimos que habían copias de este material por ahí, realmente hasta que yo lo tuve en mis manos eso no se sabía. Luego de que la película salió y se empezó a hablar de ella, generó cierto boom en el ambiente cubano sobre todo, es que se supo que habían otras copias. Incluso alguien ya ha liberado los archivos originales que tienen bastante mala calidad, muy parecido a lo que llegó a mí porque hubo que restaurarlo.

Al final, cómo no hacer una película. Uno de los productores Alejandro Hernández, que entró a última hora bastante cerca del montaje final, es un importantísimo guionista cubano radicado en Madrid, voy a citar una cosa que él dice –que es la misma razón por la que yo hice el documental–: se considera una persona de izquierda y la mayoría de la gente con la que se relaciona en España es de izquierda –el mundo del cine es muy de izquierda–, coincide con ellos en casi todo, excepto cuando se habla del tema de Cuba, él siente que Cuba tiene una capita especial y que le perdonan cosas por las que la izquierda en Europa ha luchado tanto y logrado tanto, pero a Cuba se lo perdonan, siempre está la justificación del bloqueo de los Estados Unidos que impide admitir que Cuba es una dictadura. Prefieren callar y mirar para otro lado, aunque sepan que las cosas no son como pensaban antes.

Sentí que este material tenía un gran valor para ponerlo sobre la mesa, hablar de Cuba y, sobre todo, porque no es un acto aislado del año 71, ha formado parte de un proceso y la política cultural cubana de los últimos 60 años. Decidí hacer una película por esa razón.

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BA: ¿Ha cambiado tu opinión sobre Padilla?

PG: Cambió desde que vi el material por primera vez, había leído la autoconfesión de Padilla y veía a un hombre, justificadamente, acobardado, porque lo que salió publicado en sus días fue la transcripción impresa. Fue un hombre capaz de delatar a sus amigos y su esposa, después todo lo que se ha escrito sobre él lo he visto. Fue una situación que lo dejó mal parado.

Cuando empecé a ver el material dije: aquí hay matices, un hombre que sí puede sentir miedo –quién no lo tendría– pero aún así tuvo la sangre fría para burlarse de sus captores, esa es una opinión personal que no muchos comparten. El cambio se dio sobre todo a nivel empático, recuerdo que cuando terminé el primer corte de la película, lloré, me emocioné mucho, aunque tenía un final muy diferente al de hoy, antes acababa con el poema de la primavera. La primera pregunta que me hice en ese momento fue: ¿qué hubiese hecho yo si hubiera pasado por eso? Lo mismo, probablemente lo mismo que Heberto Padilla.

Son cosas que uno sabe cuando las vive, por mucho que la suponga y por mucho que uno crea que va a tener la suficiente hidalguía para soportar un palo así, no sé si hubiese tenido la sangre fría de Padilla como para ironizar, para llegar a burlarme de mis captores.

BA: Es curioso que menciones la ironía, esa postura de Padilla, me parece, hace que nadie quede satisfecho con lo que dice.

PG: Hay gente que no lo cree, pero la mayoría sale convencida de eso. Era un hombre demasiado inteligente para decir ciertas cosas que dice y las manera en que las dice. Algunos aseguran que parodia un poco la manera de hablar de Fidel Castro, de eso no estoy tan seguro, creo que eso tiene tiene más que ver con un contagio propio de la época, tú ves mucho material de esa época y la gente habla así, se les había contagiado la manera de hablar de Fidel.

Advierto ese sarcasmo, y tal es así que la voluntad de Fidel Castro cuando manda filmar esto y a hacer un montaje bastante gordo, porque habían hasta revelado el negativo al revés –hubo que corregirlo en postproducción–. Fidel filma eso para que se vea en el mundo y cuando lo ve él –habían sucedido varios eventos similares por esos días, especialmente en el Congreso de Educación y Cultura– se dio cuenta de que iba a hacer más daño que bien, por eso es que decide sacar a la luz la versión transcrita, convenientemente editada, y guardar esto en las arcas del Instituto de Cine.

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BA: Por ello salta una pregunta: ¿por qué no lo destruyó? ¿Para qué dejar esta huella a la posteridad?

PG: Dice mi productora que eso quizá tenga que ver con la soberbia de Fidel, pensar que esto algún día serviría para chantajear a este o al otro, ¡sabrá Dios para qué! Lo cierto es que después de haber logrado la jugada maestra de inocular el miedo en los intelectuales cubanos a partir de este acto, porque fue así, ahí esa noche se acabó la crítica, los cuestionamientos –podía haber una oveja negra, pero muy pocos se atrevieron a criticar durante mucho tiempo la deriva de de la revolución hacia el estalinismo, que ya venía–.

Una semana después de este suceso ponen al teniente Luis Pavón al frente del Consejo Nacional de Cultura, siendo teniente de las Fuerzas Armadas, y al teniente Quesada, que sale en el documental discutiendo con Norberto Fuentes y Padilla, lo ponen al frente de Teatro y Danza, hizo horrores, su periodo de mandato se considera uno de los más terribles en la cultura cubana.

BA: Tomas este material desconocido y el resultado final es cercano al de un thriller político, aunque sepamos cómo terminó Padilla. ¿Siempre tuviste en mente esa estructura o se desarrolló de manera orgánica?

PG: Vino de manera orgánica, pero a la hora de hacer la película y de plantearmela decidí dos cosas: trabajar únicamente con material de archivo y estructurarlo como si fuera, en efecto, una película de ficción. Asumí que Padilla era un actor interpretando un rol, que Fidel era otro actor, que había personajes secundarios con mayor o menor peso en la trama y que iba a desarrollar un conflicto, estructuré dramáticamente la película entre tres actos, ubiqué puntos de giro en determinados momentos, generé tensiones. Pensé mucho en 12 hombres en pugna (12 Angry Men, 1957), en ese tipo de película que ocurre en unos recintos entre varias gentes. Así lo pensé, decidí no revelar el material original íntegramente y hacer una película que narra la historia del caso Padilla, que haga el cuento para todo tipo de audiencias, que un sueco de 14 años pueda entenderla y que enganche al espectador a la silla, que se entretenida.

No renunciar a ese valor que puede tener para hablar de algo tan importante, porque estoy usando el caso Padilla, para hablar de la Revolución Cubana y Fidel Castro. Esto no fue un error puntual, como muchos han querido venderlo, era la política cultural de la Revolución Cubana, cuyas bases se dictaron 10 años antes en la reunión de Fidel con los intelectuales cubanos en la Biblioteca Nacional, donde dijo su famosa frase: dentro de la revolución todo, contra la revolución nada. Muy parecida a una de Benito Mussolini: con el estado todo, contra el estado nada.

Por Rafael Paz (@pazespa)