‘El viaje de Chihiro’: La fantasia y el amor

“Nada de lo que ya pasó es olvidado. Incluso si ya no lo recuerdas.”
El viaje de Chihiro

Hayao Miyazaki se ha caracterizado por ser un cineasta fantasioso, creativo y romántico. Si en todos sus proyectos hemos visto una imaginación ilimitada tanto visualmente como a nivel guión literario es porque Miyazaki nunca ha restringido la personalidad de sus protagonistas, quienes suelen experimentar de manera vívida sus sueños y curiosidades.

El viaje de Chihiro (Sen to Chihiro no kamikakushi2001) es un largometraje en donde una niña de diez años se ve envuelta en un mundo utópico. Después de venir en un largo viaje por carretera, Chihiro y su familia encuentran el camino truncado por un túnel en donde la única manera de atravesar es a pie. Una vez del otro lado del pasillo en lo que parecía ser un lugar despoblado habían puestos de comida abiertos y disponibles como si en cualquier momento llegaran a atenderlos y es ahí cuando en un abrir y cerrar de ojos Chihiro está en otro mundo.

El séptimo largometraje de Miyazaki representa la sobriedad de la pregunta “¿Y por qué no?”, es decir, la historia está basada en una serie de acciones que el espectador, aun siendo consciente de ser una fantasía, no puede explicar la creatividad o la temática de lo que está viendo, y es que la fotografía del largometraje es exquisito, dulce, colorido e increíble; describe un pueblo mágico con secretos ocultos en cada grieta del paraje.

El viaje de Chihiro reúne a las criaturas más interesantes e inimaginables que puedas siquiera conceptualizar. Miyazaki les concede una personalidad única y misteriosa a todos los seres en este mundo, tan complejos pero adaptables en el medio en el que se desenvuelven. Los personajes son tan naturales, normales y comunes en la película, que es gracias a esto que el espectador comienza a maravillarse de lo diferente, de la rareza de lo expuesto.

Como es de saber, en El viaje de Chihiro, al igual que en todas las películas de Miyazaki, se encuentra la temática base, que es el amor, pero envuelto en los intereses y pasiones de una niña de diez años. Parte de las características que hacen tan fascinante esta historia es el significado que los personajes les dan a los sentimientos, acciones y la relación que tienen entre ellos mismos.

Ahora bien, a nivel visual son sorprendentes las estructuras que recrea Miyazaki; la arquitectura es bastante impresionante, los objetos tienden a ser detallados y la función que desempeña cada aparato es de igual fantasía. Entre un barco-spa volador, dragones de papel, gemelas que representan el bien y el mal, ranas mesero y fantasmas escupe-oro, nos vemos sumergidos en un ambiente divertido y extraordinario.

La película en sí es un cúmulo de ideas maravillosas plasmadas y representadas de manera casi perfecta entre historias, personajes e intenciones. En definitiva, El viaje de Chihiro es sin duda una película que hará volar tu cabeza.

Por Marlene de la Fuente (@Delafontina)