‘El renacido’: La poesía visual de la supervivencia

Desde las primeras secuencias de El renacido (The Revenant, 2015), Alejandro G. Iñárritu pone las cartas sobre la mesa, esbozando una declaración sobre lo que nos quiere contar en su más reciente obra: una dura historia narrada de manera extrema, sin compadecerse de los espectadores más sensibles, pero que no solo apela a deslumbrar los ojos de la audiencia, sino que pretende atacar directamente las emociones del público a partir de una introspectiva radiografía de la naturaleza humana desarrollada en base a la exploración de la psique del personaje principal.

A Iñárritu le obsesiona el lado oscuro del ser humano y ha procurado hacer de tal tema el eje de su filmografía. Durante el periodo en el que hizo alianza con el guionista Guillermo Arriaga, impulsando el formato de “tramas entrecruzadas”, en Amores perros (2000) pudimos atestiguar un relato en que el amor es la fuente de la desdicha de los personajes  al llevarlos al sufrimiento y no a la felicidad; en 21 gramos (21 Grams, 2003), acompañamos a unos protagonistas que parecen necesitar de la venganza para obtener la rendición; mientras que en Babel (2006) se parte de la premisa de cómo la inocencia (los personajes en turno toman decisiones “inocentemente” erróneas) puede catalizar una tragedia, además de un complejo análisis sobre la incomunicación humana y lo complicado que es conectarnos incluso con la gente que percibimos más próxima a nosotros.

Posterior a su separación con Arriaga, el director mexicano continuó retratando la esencia humana desde esa perspectiva desoladora que tanto le apasiona. Primero con Biutiful (2010), donde explora la soledad y las consecuencias de lidiar con la muerte de personas cercanas a nosotros, para posteriormente dar una vuelta de tuerca al cine que nos tenía acostumbrados con Bridman (o la inesperada virtud de la ignorancia) (Birdman or (The Unexpected Virtue of Ignorance), 2014); en la que renuncia al excesivo melodrama que caracterizó sus anteriores obras ofreciendo una auténtica joya donde, valiéndose del  humor más negro, retrata a una mente desesperada por dejar huella en el mundo y abrazar el éxito que alguna vez alcanzó, pero que se les escapó de las manos, no sin dejar de emitir una venenosa crítica al mundo de la farándula y lo retorcida que puede ser la gente que lo rodea.

Así es como llegamos a El renacido, título en el cual Iñárritu parece querer amarrar todas esas facetas de la condición humana y profundizar la carga existencialista que posee su cine. De entrada, en su nueva obra tenemos algunos de los elementos presentes en su filmografía: la muerte y el azar como catalizadores de la acción, así como la lucha por la supervivencia de los personajes ante la catástrofe. Si en Amores perros fue un accidente automovilístico o en Babel el alcance de una bala  lo que define el destino de los personajes llevándolos al extremo para lograr sobrevivir, en esta película será el ataque de un oso (vibrante secuencia) lo que desencadenará en gran medida la odisea de Hugh Glass, interpretado por un soberbio Leonardo DiCaprio, puesto que gran parte de las emociones que experimenta el público son provocadas por su excelso trabajo.

También la muerte tiene un gran peso dentro de la premisa del filme, como lo tuvo en Biutiful o en 21  gramos. Mientras que en el primer largometraje el personaje de Javier Bardem lidia con la soledad más cruel a partir de la pérdida de un ser querido; en el segundo, el personaje de Watts necesita consolidar su venganza con la persona que asesinó a su esposo e hijos de manera accidental por otro de los personajes principales (de nuevo se introduce el elemento azaroso) como si eso fuera a llenar un vacío interno, haciendo del portador del corazón de su difunto esposo el aliado de tal travesía (nuevamente la casualidad juega un papel importante).

En The Revenant, Hugh Glass se enfrenta a sus demonios internos en un viaje en el que estará solo lidiando con el dolor que le supone la pérdida de un ser amado tal y como lo hizo el protagonista de Biutiful, a la vez que  la venganza será su motor para lograr la paz interna como también lo fue del personaje femenino de 21 gramos, mientras  que el amor por su hijo lo llevará por una búsqueda de la justicia hacia un camino más cercano a la autodestrucción que al bienestar, tal y como le sucede a los roles principales en Amores perros (ojo con una secuencia en que el personaje de Glass parece tomar una decisión parecida a la del personaje de “El Chivo”).Incluso podemos notar un ligero paralelismo con Birdman a partir de los momentos surrealistas, en que atestiguamos cómo cuando una mente afectada solo se tiene a sí misma, es capaz de fabricar ilusiones a fin de que funcionen como ancla para que el protagonista puede seguir su camino.

The Revenant es probablemente la película más redonda de Iñárritu. Curiosamente, todo lo que funcionó en Birdman es hecho a un lado (salvo el sólido trabajo de fotografía a cargo de Lubezki), por lo que es loable que el realizador entendiera que esta historia necesitaba otro tratamiento y no se haya aferrado a recurrir a los elementos que le funcionaron en su anterior trabajo. Mientras en Birdman el diálogo alberga gran parte de  la fuerza de la película, en esta ocasión el filme se expresa a través de los silencios y la imagen. Diálogos los hay -algunos muy buenos-, pero es la ausencia de palabras lo que más transmite la esencia de la odisea de Hugh Glass, reforzada por la portentosa mirada de Leonardo DiCaprio.

Así mismo, mientras en Birdman nos encontrábamos con un Iñárritu que se erigía como el director de orquesta, haciéndose dueño de la función y absorbiendo todo el control de la obra aproximándose así al cine de autor; en The Renevant el director cede gran parte de su protagonismo a la fotografía de Lubezky y a la actuación de DiCaprio, que son los que dan sentido y significado al filme en su conjunto. El trabajo del realizador es en esta ocasión más mesurado y a la vez más elegante, evocando al cine clásico y las mejores historias de supervivencia que se han contado en el séptimo arte (me atrevería a destacar un parecido al tratamiento de la imagen con el cine de Francis Ford Coppola en Apocalypse Now y a Terrence Malick en La Delgada Línea Roja o El Árbol de la Vida).  

La película tiene sus fallas, pero más allá de esconderlas, el director lo compensa con sus virtudes, entendiendo que el arte no siempre es inmune a la imperfección.  Se le podría reprochar que aunque en general la película tiene buen ritmo, en ciertos momentos la duración puede ser excesiva. También contiene secuencias que irrumpen la- en general- muy lograda conexión con el espectador al querer sobreexplicar situaciones que no es necesario que sean explicadas o escenas que no poseen la intensidad emocional de los mejores momentos de la película. El guión no es precisamente brillante, pero es un detalle que pasa desapercibido cuando las líricas imágenes expresan más que lo que un diálogo podría expresar, sin mencionar que tiene una que otra línea que rematan la emoción albergada en las imágenes.

Evidentemente, la película se refuerza por su sus logrados aspectos técnicos, una sobria banda sonora y por encima de todo, el trabajo de Emmanuel Lubezki en la fotografía y de un inmenso Leonardo  DiCaprio, siendo Iñárritu el interlocutor que consigue que el arte de estos dos hombres caminen a la par en el mismo sentido. Si The Renevant se alza con el Oscar a Mejor Película, DiCaprio se convertirá en uno de los pocos actores que ha protagonizado tres filmes ganadores de tal distinción (los otros dos serían Titanic y The Departed)

Al final ,The Revenant se erige como una obra maestra contemporánea y quizá una de las película más memorables de esta década. Es un gran filme porque sacude  a la audiencia más  por lo que muestra que por lo que dice, porque funciona tanto como espectáculo visual ya sea por sus poéticas escenas y sus épicas escenas de acción, como también puede funcionar como una experiencia de reflexión ante la complejidad del personaje  y las múltiples lecturas que se le pueden dar interpretando sus silencios.

Pocas veces una sala de cine queda enmudecida durante la proyección de una obra cinematográfica y The Renevant logra no solo eso, puesto que consigue también que el público haga muecas de dolor en las escenas que vemos al protagonista herido, experimente la sed en  su garganta a pesar de tener su soda al alcance o perciba el respirar del personaje tan cercano como si se encontrara en medio de una de sus batallas. The Renevant es una lección de cuando el cine deja de ser un arte y se convierte en una experiencia.

Por Víctor López Velarde Santibáñez (@VictorVSant)

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