‘El insulto’ y la herida en los libros sagrados

Hatred is never apeased by heatred in this world;
it is appeased by love. This is an eternal Law
What the Buddha Taught

Una de las principales consecuencias de la caída del Imperio Otomano fue la conformación de nuevos estados nación en medio oriente, en los que no sólo había intereses políticos y económicos, sino religiosos. Ziad Doueiri expone en su sexto largometraje El insulto (2017) un enfrentamiento entre el cristiano libanés Tony y el refugiado palestino Yasser con dimensiones que se pueden rastrear al inicio del siglo XX.

Doueiri delimita su premisa de manera sencilla: Yasser (Kamel El Basha), un refugiado palestino que trabaja como capataz en una constructora, intenta reparar el desagüe del balcón de Tony (Adel Karam), un libanés cristiano que trabaja como mecánico, sin su consentimiento; Tony se siente ofendido de tal manera que insulta a Yasser, dando como consecuencia una respuesta violenta del capataz. Un acontecimiento trivial irá escalando a dimensiones nacionales.

Doueiri construye a los personajes de manera antagónica y maniquea: Tony es impulsivo, tosco, parco y un líder de un grupo cristiano fanático. Por su lado, Yasser un hombre que comienza a entrar en la edad adulta avanzada, es sobrio, inteligente, humilde y con principios; sin embargo, el oficio del director libanés cobra relevancia cuando los límites demarcados irán desvaneciéndose y ambas personalidades irán encontrando en el otro un reflejo de su propio enojo, vacío y dogmatismo.

La geografía en la que se desarrolla la narrativa es un sitio en el que los palestinos tienen que andar con sigilo en la medida que son refugiados y, sobre todo, por la memoria manipulada de los fanáticos cristianos. Desde la Resolución 181 en la que los territorios palestinos se dividieron en el Estado judío y el Estado árabe en 1948, los conflictos entre los judíos, cristianos y musulmanes han ido incrementando exponencialmente. Las guerras, asaltos y asesinatos entre los grupos políticos-religiosos han exacerbado las ideologías y posiciones con respecto a la defensa de una comunidad, a partir de la posesión de una verdad universal, verdad que cada libro sagrado representa. El pueblo de Israel ingresa de manera exponencial en territorio palestino a partir de la creencia que son el pueblo elegido y, los árabes intentan defender sus territorios desde la convicción de que Alá respalda su postura bélica. De ocupar la mitad del territorio palestino en 1948, a tener abarcado el 80 por cierto actualmente, el Estado Judío ha ido conformado nuevas fronteras tomadas por la fuerza y orillando a  los palestinos a ser refugiados en en donde antes era su nación.

Tony y Yasser han sido víctimas cada uno del conflicto político-religioso: La masacre de Damour en Líbano (1976) y el Septiembre negro en Jordania (1970); cada uno con muertos en la memoria, cada un con dolores que no puede ser descritos; cada uno con rencores que aparentemente no pueden ser reivindicados más que con la violencia y la muerte. La demanda que hace Tony a Yasser crece exponencialmente y, de ser una habitación con los abogados, los enjuiciados y los jueces, termina con un grupo de apoyo dogmático y dividido en los que la interpretación de su libro puede ser la única verdad. El trabajo de Doueiri se va consolidando sutilmente cuando la estructura en apariencia maniquea, comienza a integrar no sólo posturas religiosas, sino sentimientos, praxis cotidianas, códigos éticos y contradicciones, sobre todo contradicciones.

Una de las preguntas en la narrativa se vuelve relevante no sólo por su pertinencia con el conflicto entre Tony y Yasser, sino porque tiene resonancia en las posturas que tenemos cuando somos ofendidos y nos tomamos todo a pecho: ¿Qué es una víctima? ¿Hay grados de víctimas? ¿Uno es más víctima que otro? La investigación que se hace con respecto a la dignidad, a lo humano, y a lo ético han ido expandiéndose abarcando dimensiones mucho más profundas y muchas de ellas encaminadas a los derechos de los migrantes y refugiados; sin embargo ¿de qué sirven las políticas públicas y su implementación, de qué sirven las políticas de la memoria si no sabemos recordar y si toda acción que ejecutamos es desde el odio; de qué sirve el conocimiento del Corán, la Torá y el Nuevo Testamento si nuestra intención es violenta? La memoria es sólo un instrumento frío cuando no hay un sistema ético que la sostenga, y ese sistema ético seguirá siendo pobre si sólo apelamos a la razón.

Por Icnitl Y García (@Mariodelacerna)