La producción australiana Living Space esencialmente mezcla dos subgéneros por demás conocidos en el cine fantástico: el de la casa embrujada y el de los bucles temporales. Si bien desde la introducción se hace referencia a la Alemania nazi -el título proviene del concepto Lebensraum– y la trama central se desarrolla en suelo germano, Living Space es una cinta de fórmula cuyos antagonistas podrían no ser nazis y poco en realidad cambiaría.
Su primera mitad es, básicamente, la misma película de terror en la que los jóvenes protagonistas terminan encontrando una casa en medio de la nada, donde eventualmente serán atormentados por algo paranormal. Georgia Chara y Leigh Scully interpretan a una pareja que, manejando perdidos en el campo alemán, se topan con una mujer moribunda; desconcertados, deciden buscar ayuda, sólo para terminar en dicha casa, la cual parece estar habitada por fantasmas supremacistas.
Esta primera parte de Living Space funciona como el típico filme de horror efectista que depende enteramente de los jump scares y aunque por momentos parece que se dirigirá hacia el torture porn, el midpoint del argumento lleva al personaje de Chara a un evidente time loop.
Sin duda los momentos más torpes y burdos de Living Space son los que buscan explicar todo el trasfondo de los antagonistas, i.e. cuando de la nada la protagonista encuentra un proyector en un cuarto y una película comienza para mostrarnos el pasado de la casa. Pero el clímax de Living Space no depende de esto y, como ya apunté, el tema del nazismo queda como mera anécdota.
La clave de Living Space está en revelarse como una película sobre un time loop, por momentos diferente a otras propuestas del subgénero. En la reciente adición surcoreana El día, o incluso en el clásico Hechizo del tiempo con Bill Murray, los personajes centrales son conscientes de que están atrapados en un bucle temporal, mientras que en Living Space la protagonista inicialmente sólo tiene algunos presagios cada vez que el loop comienza otra vez.
Sin embargo, más que continuar explorando la alteración de las reglas del subgénero y de convertirse en una verdadera y valiosa variación, tal y como El día, el filme del debutante Steven Spiel no tiene mayor revelación ni peso. Sus supuestamente grandes shocks son, primero, que una casa está habitada por fantasmas y luego simplemente que todo es parte de un bucle infinito. A estas alturas, una propuesta de género que apuesta por dos vertientes como estas debe hacer, obviamente, algo distinto para estar por encima del promedio, de lo contrario corre el riesgo a quedar en el olvido inmediatamente.
Por Eric Ortiz (@EricOrtizG)
Publicada originalmente en Revista Cinema Inferno.