El gran movimiento, una entrevista a Kiro Russo

El segundo largometraje del director boliviano Kiro Russo, El gram movimiento (2022), es una película que trata de excavar túneles que abran otros caminos en una ciudad que se complace con mostrar lo cosmopolita de su aparente desarrollo. Para ello, Russo mira y se instala con atención en la periferia, que siempre ofrece más preguntas que respuestas, que terminan por inquietar, por traspasarnos, por enfurecernos y con suerte, reconciliarnos.

Elder es un minero manifestante que llega a la Paz con el objetivo de recuperar su trabajo; sin embargo, cae enfermo y sus compañeros buscan ayuda para poder curarlo. En una ciudad hostil, oscura y de precariedades, los compañeros de Elder son dirigidos con Max, un vagabundo|hechicero que intentará recuperarlo de su asfixia. Russo nos contó que le “interesa la autenticidad y que el cine beneficie a todos los que son parte, sobre todo, a los que están frente a las cámaras. Lo mínimo que yo puedo hacer, es construir películas que los dejen bien parados dentro de la representación misma de la película y si es posible, que puedan afectar positivamente en sus vidas, en un nivel fuera de cámara”.

“A Max lo conozco desde el 2004, es mi amigo, por lo tanto mi interés recaía en ¿cómo quería verse él en la película?, porque trabajar con un loco, con un ermitaño, con un indigente siempre te puede llevar a un lugar de porno miseria y la forma de no llegar a eso, ha sido moldear el personaje hacia un lugar ambiguo. Otra cosa que me ha ayudado para lograr construir esto ha sido utilizar algo fantástico, pero que tú puedes interpretar que viene de su cabeza. La miseria no puede ser un espectáculo”.

La cámara de Pablo Paniagua recorre los pasos aparentemente erráticos de Max; su camino se abre como túnel, como zanja; en sus pies (en el lente) lleva un pico y una pala. La tierra oscura se abre como una mandíbula caliente que relumbra pus. Sus pasos no descansan: los respiros son pocos cuando el paso no es apresurado. La noche llega y también le da la bienvenida al errante que así como busca las calles superpobladas de La Paz, busca el ruido cadencioso del bosque, de la naturaleza. Max es el vínculo entre lo primigenio y la artificialidad:

“La forma en la que veo el cine es un diálogo constante entre las cosas reales que me interesan y la ficción que voy construyendo. Me parece interesante hacer un cine poroso donde hay más preguntas que respuestas, más allá que hacer una denuncia de una realidad, cuando todos sabemos que es una construcción. El tema que filmes ya siempre lo estás construyendo: ya estás poniendo la cámara en un lugar. Inevitablemente eso es un punto de vista, eso tiene una interpretación, tiene una consciencia o una inconsciencia del que está filmando. Por eso el cine está relacionado a la puesta en escena, ahí es en donde sucede la cosa que está relacionado con las decisiones primordiales de lo que es el cine para mí: el montaje, el encuadre, el movimiento de cámara, la relación de la imagen y el sonido”.

“El cine tiene un alcance más allá de que puede contar una historia. Captura un entorno, un momento del mundo circundante material que nos rodea y eso tiene la posiblidad de abrir el pensamiento que va más allá que contar historias”.

Beber de la hechicería es beber de la misma corriente de la locura; sus aguas de mezclan, sus saberes se equilibran. El gran movimiento sostiene ambas vasijas que por momentos se desbordan en ríos de agua sucia que desembocan en suelos tan nítidos, que pareciera que el sol camina con el cielo de la noche. La materialidad de las imágenes es evidente; no podemos escapar de ellas, sin embargo, en algunas fugacidades, alcanzamos a sentir la resonancia de un aullido que nos pone alerta y que nos pone a apretar la mandíbula. Abrimos más los ojos, para ver si alcanzamos a ver a nuestro propio hechicero alejarse con pasos sigilosos. “La película pasa por la experiencia, trata de capturar la materialidad del mundo y de acuerdo a cómo lo muestras puedes construir algo poético y son estos momentos poéticos que pocas veces se desvelan cuando uno está filmando. De alguna manera es la búsqueda de estos momentos lo que a mí me mueve a ver cine: lo innombrable que se presenta y abre un nuevo espacio; sin embargo a la vez es subjetivo. El encuentro entre el espectador y la película genera una tercera idea”.

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El sonido es fundamental en la película del director, guionista y productor Kiro Russo. Aquello que la imagen no cuenta, lo abraza el sonido. La materialidad de la ciudad no podría tener tanta angustia sin los sonidos que la definen y que la destruyen. La organicidad del bosque no podría tener la tranquilidad alerta sin el sonido que descansa en ella. El post punk no podría tener sentido en una ciudad de Latinoamérica, sino apropiándose de él:

“Yo partí en el cine haciendo el sonido; el cincuenta por ciento está en el sonido. Es el trabajo invisible que requiere el mismo nivel de manipulación y construcción que hay en la imagen. Mi intención era hacer una sinfonía de la ciudad. Esta película pierde bastante si no se ve en sala precisamente por el diseño de sonido. Si te dejas llevar en el cine sí se consigue esa inmersión”.

Por último, Russo establece un vínculo dentro del espectro de su praxis y cómo los objetos creativos buscan resistir dentro una masa hegemónica que se repite a sí misma:

“Cada vez más la experiencia del cine está más asociada a un tipo de enajenación que te produce una película de espectáculo que está mucho más cercano a un parque de diversiones. No está asociado a ir a pensar, o a entender el cine como un tipo de documento de una época específica”.

“En los 80 se dio el giro de un neoliberalismo absoluto y una avalancha que el cine sólo puede ser de una manera. En los 50 o 60 el cine era algo más mundial, como pensamiento a través de los autores; había un acercamiento más general al cine. Cualquier persona podía ver a Bergman; ahora eso se ha borrado un poco y se ha puesto en cuestionamiento. Cada vez es para menos personas”.

“Me parece importante reabrir cierto diálogo con temática trascendentes en una época ultracapitalista donde sí o sí hay gente que está sosteniendo el sistema con sus cuerpos, hay gente que está viviendo más o menos fuera de este mundo”.

“En esta época es muy importante abrir. Cuanto más veo estas películas grandes de Hollywood más encuentro un vacío absoluto de intrascendencia, que sólo es para generar dinero y eso me parece peligroso”.

“El lenguaje audiovisual es el medio más importante de consumo: todos hacen video, todos están filmando, todas las plataformas te llevan a hacer video. Eso debería llevar a que la gente tenga una posibilidad de ir más adentro, de ampliar su lectura y tal vez no es así. Hemos perdido el ritual”.

Por Icnitl Ytzamat-ul Contreras García (@mariodelacerna)

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