En 1897, casi una década antes del comienzo de la Revolución, un ebrio estudiante de leyes atentó contra la vida del entonces presidente, Porfirio Díaz, aunque falló y el dictador salió sin rasguño alguno. Ésa es la historia de El Atentado (2010) la nueva película de Jorge Fons.Con un presupuesto inalcanzable (78 mdp) para la mayoría de las producciones mexicanas, Fons busca reflexionar acerca de la sociedad que componía al Porfiriato y la que compone el presente, sugiriendo que tal vez las dos no sean tan diferentes a pesar de que ha pasado más de un siglo.

Podemos decir que eso es lo más rescatable de la película, una reflexión que se ve truncada debido a la poca pericia de Jorge Fons, problema que ya había tenido el director en Rojo Amanecer (1989), donde aborda la matanza de estudiantes del 2 de Octubre del 68 desde la perspectiva de una familia de clase media atrapada a mitad del conflicto.

Una de las principales fallas de El Atentado es que el guión nunca se define entre el thriller político o el conflicto amoroso que viven los protagonistas con Cordelia Godoy (Irene Azuela) y esto da como resultado un desarrollo muy lento y predecible para los espectadores.

Alfred Hitchcock decía que “mientras más logrado fuera el malo” más lograda era la película; en este caso, ninguno de los personajes “malos”, interpretados por Aarón Hernán y Julio Bracho, logran una buena actuación. En ningún momento es posible sentir las motivaciones que los llevaron a organizar un ataque contra Porfirio Díaz. De esta forma, la intriga política nunca despega.

Por otro lado, Irene Azuela, a pesar de ser una buena actriz, no logra imponerse en su papel y se pierde entre los flashbacks que tratan de explicar los amoríos de Cordelia con el escritor Federico Gamboa (Daniel Giménez Cacho), Arnulfo Arroyo (José María Yazpik) y Eduardo Velázquez (Julio Bracho). Una historia de amor que nunca se resuelve y que en pantalla nunca logra una verdadera tensión entre sus actores.

Fons trata de introducir a lo largo del filme varias reflexiones para el público. Una de ellas sobre los compromisos de la prensa para con sus lectores, ¿a quién se le debe el medio? ¿Al poder o a la sociedad? ¿A quién debe servir? Esto se representa en Álvaro Mateos (José María de Tavira), un joven periodista de El Imparcial, que ve comprometida su ética laboral y se ve en la necesidad de tomar partido, callar o rebelarse.

Pero toda esta reflexión se cae por la borda cuando el mismo Fons se deja llevar por sus intereses; el GDF, de extracción perredista, contribuyó para el presupuesto de la cinta y resultan obvias las referencias y los ataques al gobierno de Felipe Calderón, un claro ejemplo de esto es cuando uno de los payasos del circo dice “haiga sido como haiga sido”, o cuando el personaje de José María Yazpik canta a la menor provocación: “que chingue a su madre el presidente”.

En 120 minutos de duración, el filme nunca logra obtener un buen ritmo, inclusive resulta repetitivo por algunos lapsos. Además parece que Jorge Fons quería dirigir más una telenovela que una película con esta historia, hay demasiada paja y subtramas que nunca explotan.

Lástima, pudo haber sido un excelente ejercicio para una nación que llega perdida a conmemorar fechas sólamente por el pretexto de hacer fiesta.

Por Rafael Paz

@pazespa

Publicado originalmente en: http://palabradigital.com.mx/palabradigital/?p=189

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