‘El abogado del crimen’: El filme tártaro

Todo aquello que es sombrío y crudo suele ser relegado y despreciado en un mercado global en el que se privilegia la evasión más pueril y el entretenimiento nocivamente embrutecedor. La prosa oscura difícilmente encuentra aclamo o vitoreo reservado a emociones vacuas, aunque ésta venga vestida de manera arrebatadora. Con un elenco de tanto prestigio, un director consagrado y una de las plumas más reconocidas y celebradas de la literatura norteamericana contemporánea, en el papel, The Counselor se perfilaba a cortejar ciegamente los aplausos de la crítica y los favores de la taquilla, sin embargo se ha convertido en un estrepitoso fracaso que se ha difuminado de la memoria colectiva. Pero sumidos en esa oscuridad, Scott y McCarthy dilucidan sobre la misma.

Un abogado que se mete en negocios turbios y enfrenta las consecuencias de ello. Esta simple línea argumental permite que McCarthy elabore una profunda reflexión sobre los dilemas morales y el peso de la elección. Construida a base de largos diálogos conectados por imágenes de una precisión técnica e hipermoderna plasticidad, The Counselor se presenta como una verdadera rareza en el panorama cinematográfico, donde los enormes estudios apuestan únicamente por la fórmula y receta predestinadas a atascar enormes arcas de dinero. El filme ahonda sobre la avaricia y la insaciable sed de poder, la afinación y la sofisticación del barbarismo más elemental. Un crudo y sangrante corte de carne que se devora con rigurosa etiqueta.

El filme se encuentra construido a base de figuras arquetípicas, bordando en la mitología posmoderna, que profundizan sobre nociones tan densas y complejas en apenas diez minutos de diálogo. The Counselor no propone un cine de carácter, sino uno de abstracciones, de un cariz filosófico desesperado donde la verdad “no tiene temperatura” en la voz de la incisivamente letal Malkina (feroz Cameron Diaz), aquí reina la violencia del acto, la dureza de la palabra, la negrura del alma y la opulencia de la avaricia. McCarthy, que ha explorado estos temas a lo largo de su carrera literaria en libros como Blood Meridian, No Country for Old Men o The Road encuentra una brillante culminación en el capitalismo moderno, que ha fungido como tema esencial en el cine norteamericano de los últimos tres años, traspalado a los dominios del narcotráfico, donde se contrae una dimensión poéticamente trágica en el que incluso la muerte ha perdido el sentido.

Por otro lado, Ridley Scott, que entregó el año pasado la obtusa belleza de un filme como Prometheus, expone una tónica fílmico-nihilista que parece desprenderse de películas de culto de los años 70 como Point Blank (1969) de John Boorman y Prime Cut (1972), ambas con Lee Marvin en las que la acción está dispersa, diluida en ansiosa sombra y en las que hay de por medio, una mercancía séptica.

Coloreando con una paleta rica en amarillos y verdes de tono clínico, Scott y su cinefotógrafo, Dariusz Wolski, tienden un universo fílmico de sobría ostentación y sofisticación kitsch que concentra el único dejo de emoción en la primera escena del filme, una conversación de amantes ensabanados como aquellos de Magritte, en la que Penélope Cruz le pide al “abogado” (Michael Fassbender) que introduzca sus dedos en su vagina, acto simbólico que habrá de encontrar réplica en la “ginecológica”  y ballardiana escena en la que Cameron Diaz se baja sus choninos, hace un perfecto split y sostiene tórrido sexo con el parabrisas de un auto de lujo. Una peligrosísima relación sexual, humano y máquina fusionados en salvaje materialismo como en el mítico filme experimental del artista japonés Arakawa, Why not?, en el que distintas mujeres tienen sexo con objetos como ruedas, bicicletas o, salve dios, sandías en una meditación muy particular sobre la cultura materialista. Ésta es la esencia que despide The Counselor.

Del espectacular reparto se obtiene una valiosa solidez, en la desesperación de Michael Fassbender, la ingenuidad de Penélope Cruz, los pelos de Javier Bardem, el miedo palpable de Brad Pitt y la voracidad insaciable de Cameron Diaz, mientras que brillantes actores de carácter como el alemán Bruno Ganz y los chicanos Rosie Perez y John Leguizamo, tienen memorables cameos que ayudan a construir la oquedad final del filme.

The Counselor  parece haber adoptado el carácter de los chitas que tienen una presencia abrumadora y enigmática a lo largo del filme, una furtiva fiera que se mueve con elegancia, rapidez y que es despiadada con su víctima, clavando sus fauces con fuerza en la inocente presa, la audiencia cuyas expectativas son devoradas. Se sentencia en el filme que el mundo ya no le pertenece al sentimiento, más bien el sentimiento le pertenece al mundo y lo que se busca es despedazarlo para crecer o morir. Su elección.

JJ NEGRETE

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