Dioses de México, la lava emerge de la ruralidad

El productor y guionista Helmut Dosantos hace su debut como director con el documental Dioses de México, un escenario de poderosos contrastes que por momentos nos ofrece danzas en la que los diablos despiertan, y en otros, unas minas nos regresan manos duras y escarbadas de tiempo y minerales.

Dioses de México es un aullido que bebe de los temblores de la tierra, una escultura que parpadea y una mirada que nos muestra la respiración de la montaña. Para ello, Dosantos y su equipo recorrieron distintas geografías de México que los internaron en el desierto, en los pantanos, en la montaña y en las zonas rurales que resisten a la imposición hegemónica del capitalismo y la digitalidad. En entrevista, el director italiano nos comenta que: “He ido conociendo a las comunidades de afromexicanos a lo largo de 5 o 6 años. Yendo, conviviendo con las comunidades mientras filmábamos, me iban contando parte de su cultura, de sus tradiciones y yo veía al mismo tiempo cómo veían su cotidiano. Todo esto ha ido enriqueciendo el guión escaleta que yo preparé desde un principio.”

Dioses de México tiene la virtud de salirse de la incontable fila de documentales (por supuesto, también mexicanos) que sólo colocan la cámara para hacer entrevistas y levantar material visual; de responder a esa fila estéril y reseca que una vez que encuentra una historia, se complace en explotarla y dejar que ella misma cuente su núcleo. El debut de Dosantos como director condensa un trabajo que dialoga con la ficción, pero no por ello deja de lado las marcas del tiempo raspadas con obsidiana en los rostros, en las manos, en la ropa, en las construcciones y en el olvido. Dosantos se aleja de esa pasividad y abulia para exponer su propia mirada:

“Toda la película es puesta en escena; este capítulo (el primero) tiene más ficción que los demás. La idea de omitir los diálogos fue estructural en la película: una de las razones fue para quitarle el lado de documental entrevista o documental pedagógico o documental con corte académico o antropológico. Mi idea era enfocarme sobre todo en un trabajo artístico, un trabajo cinematográfico”.

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“Filmamos como si hubiera sido una ficción. La perfección se puede conseguir sólo a través de la repetición (como los músicos) y trabajamos sobre este principio. Pero siempre con la idea de que ellos (los actores habitantes) estuvieran conscientes de la presencia de la cámara. La mayoría de las locaciones las elegimos con las personas de los lugares para que ellos se sintieran representados. A veces era el lugar de su vivienda, a veces un lugar con un valor más espiritual, otras veces el lugar del trabajo. Eso puede acercar al público, a lo que están viendo. No nos concentramos en un personaje, sino que es algo más universal; tantos personajes te dan una posibilidad de entender mejor la situación de lo que pasa en el país, te ofrece una imagen más completa. No fue un único acercamiento; fueron varias las maneras de acercarse a las comunidades. Fue un trabajo que se pudo lograr a través de los copatrocinadores de la película, por ejemplo el Instituto Nacional de los Pueblos Indígenas de México”.

La versatilidad de Dioses de México no pasa por la velocidad de la edición, sino por su hechura de hilandera, de artesana que sabe cómo conjugar la pluralidad de estelas. La eroticidad, la tradición, la violencia, el sacrifico, la danza, la música, la comunidad, el trabajo y la organización, son esferas que se van por momentos desglosando y por otros, asomando como nahuales que prefieren la noche para ser confundidos. Dentro de la constelación de Dioses de México, la cosmología se hace presente no como discurso, sino como praxis:

“El punto del eterno retorno, del movimento cíclico ha sido un buen punto de encuentro con la mayoría de las comunidades. Viven en mundos rurales que son mundos cíclicos. De fondo hay una misma alma que une al mundo rural, no solamente de México, sino de todos los mundos rurales de los seres humanos, que es la relación que tenemos con nuestro propio entorno y que todo está interconectado y que esta interconexión es sagrada. El acercamiento a lo místico, metafísico o trascendente tiene su primer fundamento en lo físico, en lo que existe, de ahí el ser humano ha desarrollado su espiritualidad. Desde la materialidad llegamos a una idea de la espiritualidad: el mundo en el que vivimos determina también el universo metafísico. Sentí que había esta comunicación que va de la tierra hasta arriba, más que lo contrario, y esto crea una fuerza, una materialidad aún más presente”.

El diseño sonoro no es un adorno que nos manipule, sino una herramienta que nos abre el complejo espectro de la noche, de la ceremonia, del desierto, de la selva y de la lengua de los animales: “Hemos grabado más sonido que video, justo para poder registrar los sonidos ambiente. Viajábamos con muchos micrófonos, incluso grabamos con 20. En proyectos así donde no hay diálogos, se vuelve el sonido más portador de una película. La imagen tiene su peso fuerte, pero la sensación de elevación de lo que están viendo te la confiere el mundo sonoro, porque nos penetra de manera más profunda de lo que estamos viendo”.

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Por último, vemos en Dioses de México un intento por respetar la autonomía de los involucrados, de las individualidades que decidieron colocarse en el cuadro. Tal vez, lo que otorga la ficcionalización es una mirada que busca la distancia y explotar lo menos posible a las comunidades que se niegan a ser un objeto pasivo, un objeto sólo de disfrute y consumo:

“El propósito de la película era mostrar cómo ellos tratan de preservarse, cómo quieren que los veamos nosotros, cómo ocupan su espacio y su tiempo hoy”.

“En Italia los mundos rurales cambiaron completamente después de la Segunda guerra mundial, cuando hubo un boom económico en los 50 y 60. El país era agrícola y pasó a su era industrial. Hubo progreso pero sin desarrollo rural. Me di cuenta que esto también está pasando en México cuando llegué aquí hace 12 años. La identidad cultural y los mundos arcaicos es algo que siempre me ha atraído mucho. Decidí hacer este viaje para conocer bien el país y tratar de hacer un trabajo, de alguna forma, enciclopédico de la preservación de la memoria y eso ha sido el principio ético de base; de ahí el tratar de no ser tan intrusivo con la cámara, pero al mismo tiempo tratar de dar un cuadro completo”.

“No hay una mirada unidireccional, o sea, del observador al observado, sino que también el observado mira al observador y esto sucede cotidianamente en la existencia de todas las cosas. Así como nosotros observamos, así también estamos observados con los seres humanos, con las plantas, con los animales y con la naturaleza”.

Por Icnitl Ytzamat-ul Contreras García (@mariodelacerna)