Estéticas del desajuste, desconfiar de las imágenes

Octubre en Santiago, 2019: el estallido social. Las imágenes de las protestas en las calles ocupan rápidamente las redes sociales, los noticieros que no pueden suprimirlas. Vemos las imágenes de los estudiantes en el metro, imágenes aéreas que registran las multitudes marchando, y las que se capturan desde la primera fila. El imaginario de la revuelta: la bandera de Chile intervenida, el Negro matapacos, Pikachu, pañoletas de color verde y morado; también los sonidos: el ruido de las cacerolas, las consigas “Chile despertó”, “no son 30 pesos, son 30 años”, las canciones de Los prisioneros a coro. Después, los ojos vendados y la búsqueda por volver a nombrar los lugares públicos, Plaza Dignidad en lugar de Plaza Italia. Vimos todas estas imágenes, registraron el enojo y la resistencia de aquel momento, pero ¿qué imágenes podían vaticinar lo que sucedió durante ese octubre? En Ema (2019), de Pablo Larraín, ya estaba el fuego antes de que se hiciera presente en las barricadas. ¿Hasta dónde rastrear el malestar? Si eran 30 años, ¿el cine de finales de los noventas o de inicios del dos mil podría decirnos algo de ese malestar social?

desajuste003Los textos de Estéticas del desajuste. Cine chileno 2010-2020 se construyen a partir de estas preguntas, su interés radica tanto en la construcción crítica del llamado “novísimo cine chileno” de principios de siglo como en el cine que le ha seguido. La propuesta crítica de los textos invita a pensar en un cine más allá de la idea de “lo nuevo” para buscar las huellas del malestar político: las protestas como la revolución pingüina registradas en el cine documental junto con la exploración de ese malestar estudiantil que directoras como Claudia Huaiquimilla han trabajado desde la ficción (Mala junta, 2016). Dicho malestar también ha estado acompañado por una reflexión política respecto a los modos de representación de las imágenes, a este respecto en el libro se explora, por ejemplo, la posibilidad de un cine “menor” o un cine “termita” capaz de explorar distintos formatos a través de una poética inestable. Un cine que reuniría a directores de diversas generaciones: de Angelina Vásquez y Cristian Sánchez a Tiziana Panizza, Camila José Donoso, Nicolás Videla o Joaquín Cociña y Cristóbal León.

La idea del desajuste implica, entonces, una lectura “a contrapelo” de los discursos oficiales con sus búsquedas de verdad. Se trata de un descalce social situado que genera nuevas formas de mirar el presente: la exploración del registro documental desde la “imagen pobre” (El pejesapo, 2007) o desde nuevas formas de pensar el llamado giro subjetivo (Visión nocturna, 2019). El desajuste está presente también en la convivencia entre un cine chileno “global” presente en diversos festivales y un cine chileno “local”: ¿cómo se aproxima cada uno a las ideas de “lo nacional”? ¿Cómo influyen las dinámicas de mercado en estos cines? ¿Qué dicen de la realidad, cómo la construyen? Por último, la idea del desajuste invita a desconfiar no sólo de las imágenes televisivas, sino de todas las imágenes. Hay que sospechar de las imágenes, por ello el libro nos invita a volver a ver las películas de reconocidos directores como Patricio Guzmán o los hermanos Larraín a través de una mirada crítica.

La lectura de los textos reunidos en Estéticas del desajuste. Cine chileno 2010-2020 nos invita a situarnos también respecto a nuestras propias dislocaciones relacionadas al estado del cine mexicano, en la existencia de un cine “termita” en el panorama nacional o en la existencia de exploraciones formales respecto al cine documental. La lectura invita también a pensar en la convivencia entre la crítica de cine y la investigación académica, ya que la mayoría de los textos de Estéticas del desajuste. Cine chileno 2010-2020 combinan estas dos formas de pensar el cine, una categoría conceptual no descuida la observación crítica de la película, lo que suscita el interés cinéfilo y crítico de los lectores (posibles espectadores), porque mirar nunca es una acción pasiva y la escritura sobre el cine nos invita al diálogo, el diálogo con otros espectadores, también con otras geografías.

Por Karina Solórzano (@A_Karerina)

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