Cómplices del engaño: Tres veces te engañé

Un profesor de filosofía se convierte en un investigador encubierto para la policía, específicamente con la intención de atrapar gente que ordene asesinatos, para hacerlo, adopta varias identidades de un “asesino a sueldo”, cada una modelada en arquetipos calcados del cine y la televisión. Sus “clientes” están satisfechos, incluso desde antes de que el trabajo se lleve a cabo, para después caer en cuenta que fueron burlados y condenados por su deseo.

Al igual que su personaje principal, Cómplices del engaño (Hit Man, 2023) es una película que seduce y engaña a quienes quieren encontrar en ella la consumación de un deseo. Así como lo explica Gary Johnson (Glenn Powell) en un punto de la trama: si su engaño funciona tan bien, es hasta cierto punto porque las personas quieren creer que él representa a cabalidad una fantasía adaptada a sus necesidades. Engaña mejor a quienes, ingenuamente, creen que los asesinos a sueldo existen y actúan como en el cine.

Primer engaño: Hit Man nos quiere hacer creer que en ella habitan los fantasmas de Ernst Lubitsch, Billy Wilder o Howard Hawks. Quienes han hecho semejantes afirmaciones parecen haber caído en el engaño del cineasta tejano Richard Linklater, ¿o quizá fueron presas de su propia fantasía —como los muchos civiles engañados por Johnson—? Lo cierto es que en todo caso, Hit Man no resulta creíble como una heredera de esos cineastas y no es fiable a ningún nivel.

En una entrevista reciente, Linklater se quejaba amargamente del vacío que existe en el cine contemporáneo de “películas para adultos” y se sumaba al coro de voces que lamentaban la agobiante infantilización de las audiencias por parte de los grandes estudios, ya ajenos a películas de la escala en la que Linklater suele trabajar. Si su respuesta a ese vacío es un filme como Hit Man, valdría la pena preguntarse si se puede replantear una industria desde una economía formal tan pobre en ideas y tan dispersa en la formación de una identidad propia.

hitman002

Como ya demostró en Slacker (1990), Bernie (2011) o en Everybody wants some (2016), Linklater es un especialista en la miniatura social que admira la ambición detrás de ideas profundas. No es necesariamente un cineasta modesto, pero sí uno cuya discreción responde a una visión particular de la idiosincrasia estadounidense, menos irónica que la de alguien como Alexander Payne (About Schmidt, 2002; The Holdovers, 2023). La admiración que Linklater siente por cineastas como James Benning no se traslada a una visión trascendentalista en su forma, pero si en las ideas que sus personajes intercambian.

Segundo engaño: La moral de Hit Man castiga la intención antes que la acción y en ese sentido, Johnson se convierte en un paladín de una causa vacía. Ninguno de los clientes (en su mayoría blancos y con tendencias conservadoras) ha cometido un crimen en realidad y apenas se esboza un estimulante debate ético y filosófico, la película se aboca a hacer un remake marca libre de Double Indemnity (Billy Wilder, 1944) en el que entra Adria Arjona y que permite a Gary Johnson interpretar el papel de héroe y galán, ya no el de asesino, reduciendo cualquier asomo de complejidad moral a un vulgar maniqueísmo.

La respuesta tan entusiasta, y a veces, francamente desmedida, a Hit Man lleva a pensar que la abrumadora escasez de películas de mediano presupuesto hace ver mesías en donde a nivel formal y narrativo existe una simpleza unidimensional, llámese Anatomía de una caída (Anatomie d’ une chute, Justine Triet, 2023) por el lado formal o Mi amigo el robot (2023) por el narrativo, que satisface porque no hace ninguna demanda a sus audiencias y que apela a su linealidad o maniqueísmo didáctico como un recurso que no es solamente valioso, sino esencial. Esto va más allá de decir que son “buenas” o “malas” —eso sería también simplista— sino que simplemente son insuficientes desde donde sus apasionados seguidores y comentadores las ponen.

Tercer engaño: Los personajes de Linklater son civiles que, en ocasiones, se enfrentan a situaciones inusuales, no necesariamente extraordinarias. Pero en el caso de Hit Man, todo se trata de pretender que hay espontaneidad y vigorosa energía cuando las cosas tienen un aire arrolladoramente falso. El considerable carisma y atractivo físico de Glenn Powell resultan más convincentes como “asesino a sueldo” que como “profesor de filosofía” —que además practica la ornitología— y parece que Linklater parte de esa ironía para construir todo su relato. Quizá su error es ser tan ingenuo como sus personajes y creerse la propia mentira, hasta verse condenado por la misma. Gary Johnson también lo engañó.

Tres veces nos engañó,
La primera, por ingenuos.
La segunda, por cobardes.
La tercera, por placer.

Por JJ Negrete (@jjnegretec)

    Related Posts

    50 películas para el 2019
    Tráiler para adultos de ‘Everybody Wants Some’
    50 películas para el 2016 – Parte 1
    Los maestros se reúnen de nuevo en ‘Hitchcock/Truffaut’
    Richard Linklater quería hacer una serie; aquí está el piloto
    Bitácora del FICG – Día 2: Marginales