‘Canon’: Una “sexosa” telenovela

En los últimos años, al melodrama mexicano le ha costado trabajo encontrar una estética/temática que lo separe de su equivalente televisivo. Si a eso sumamos la repetición de actores en ambos medios, es aún más difícil discernir las diferencias de uno y otro. Como sucede en Canon – Fidelidad al límite (2014).

Mariana (Mariana Seoane) es una arquitecta de buen ver casada felizmente con el fotógrafo, corresponsal de guerra, mártir del periodismo Julián (Plutarco Haza). Forman un matrimonio modelo, estable, lleno de amor y buen sexo. Después de tantos años de compartir el lecho, Julián –el único hombre en la vida de su mujer– quiere ponerle consomé al caldo: tiene fantasías sobre Mariana practicando el coito con otros hombres, sólo para verla regresar y que ella le aseguré no hay más hombre en el mundo que él. “Quiero que te entregues a otros y me lo cuentes”. Cuando un atractivo y adinerado ingeniero (Humberto Zurita) entra a la vida de Mariana y le provoca entumecimiento en las entrañas, el sólido matrimonio verá sacudido sus cimientos.

El argumento de Canon –basado en una novela Federico Reyes Heroles– tiene el potencial para convertirse en un buen melodrama de corte erótico, si no alcanza ese nivel se debe a su convencional dirección, a cargo del veterano Mauricio Walerstein –director de esa película donde una pandilla de motociclistas invadía una fiesta de ricachones, Fin de fiesta (1972)–, y el poco rango actoral de su protagonista femenina.

La cinta tiene como eje el amor eterno, ese capaz de superar cualquier obstáculo. Un amor que debe superar etapas, incluso de alejamiento, como si se trataran de olas en el océano. Para tener un buen funcionamiento, una relación como la de Mariana y Julián debe pasar por altibajos. Aun cuando estos son provocados por la pareja misma.

Julián tiene la curiosidad de demostrar su hombría, mas al verla amenazada se comporta como un chiquillo. Su actitud intenta pasar por progresiva, al verse cuestionada se vuelve al lado más conservador. Es un tratamiento que se extiende al guión y la película en general, temas como el sexo adolescente –”todos los viejos son ojetes… -Sí, son bien ojetes”–, la drogadicción o el amor/tensión/atracción sexual fuera del matrimonio son tratados con superficialidad –comparar las drogas con la primera menstruación, por ejemplo– o, de plano, se dejan sin explorar.

Es falta de profundidad deja a Canon como una telenovela con cromos dignos de una producción de Argos, al nivel de Desnudos (2004) o cualquier otra producción más interesada en el shock value de su tema que en el desarrollo de sus personajes. Tener estrés post traumático por cubrir “guerras” es un detalle, no el porqué. El quizá dure para siempre, la empatía no.

Por Rafael Paz (@pazespa)

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